Texto e imágenes por Victoria Gee
Alemania, 1925. Como de costumbre, el joven Alfred se dispone a ir a su local favorito a patinar. Pero, en sus ociosos planes se cruza Sam Wooding y sus Chocolate Kiddies. El muchacho, extrañado y curioso a la vez por lo que se cocería en aquel local, decide entrar. Así fue como Alfred Lion se topó con el Jazz por primera vez. Y digo “por primera vez” porque es una de esas primeras veces importantes en la vida, y todo aquel enfermo de Jazz lo sabe. Desde ese momento estás perdido.
La locura y pasión por la música llevaron a Lion a fundar su propio sello discográfico en 1939, sello que se acabaría convirtiendo en legendario. Blue Note ha sido tan imitado musicalmente como en lo que respecta al estilo estético-artístico de sus portadas y packaging. Es el ejemplo perfecto de que con esfuerzo y trabajo todo llega. La distinción de sus portadas es mundialmente conocida, siendo una importante fuente de inspiración para posteriores corrientes dentro del diseño gráfico, por eso es uno de esos básicos en el estudio del coverart.
Las portadas más famosas del sello en su mayoría fueron trabajadas por Reid Miles en la maquetación e ilustración y Francis Wolff como ojo fotográfico. Pero, antes de profundizar en una de las figuras más importantes dentro del diseño de Blue Note, es necesario mencionar a aquellos pioneros olvidados que también pusieron su granito de arena en la ilustración de la discográfica.
Paul Bacon, el primero de ellos diseñó portadas de discos como «Milt Jackson: Wizard of theVibes» (1952). No obstante, ya había trabajado anteriormente para sellos vecinos como Riverside Records. De hecho, creó para Riverside un diseño del que fue pionero tanto en portadas de libros como de discos, el llamado estilo “Bauhaus”.
El talento de Bacon al utilizar de forma ingeniosa y llamativa la fuente, llamó la atención de la discográfica. Estaba claro que desde el principio perseguían la originalidad y la distinción del material gráfico de los discos. Este era el comienzo de lo que sería uno de los puntos fuertes en el diseño de Blue Note: la tipografía.
Realmente, la influencia base de las portadas de Blue Note se haya en la escuela de arte alemana de Bauhaus. Los diseñadores de esta discográfica consiguieron trasladara portadas de discos el estilo aprendido en una de las escuelas de arte más importantes a nivel internacional. De alguna manera las portadas ayudaron a acercar el arte más vanguardista a un público común, con ideas y nociones sobre música pero quizá sin ningún conocimiento de arte moderno. Inconscientemente se absorbieron diferentes estéticas hasta ese momento conocidas sólo por los más aficionados incluyendo a los propios artistas. Hasta tal punto llegó esta relación tan estrecha entre carátulas de discos y arte, que el transgresor Andy Warhol colaboró en una serie de portadas para de Kenny Burrel y Johnny Griffin.
El segundo diseñador que colaboró con Blue Note fue Gil Mellé. Diseñó las portadas de los discos de su propio cuarteto, ya que además de gran aficionado, también fue músico de Jazz. «Patterns in Jazz» (1956) o «Gil Melle Quintet» (1953) son algunas de ellas. Además, también trabajó para Prestige Records. En 1953 John Hermansader ilustró los primeros discos de Modern Jazz Series creando un estilo muy particular jugando con siluetas ondulantes y recortes tipo collage.
Como era de esperar, tanto Hermansader, Mellé como Bacon tuvieron en común su dedicación al jazz como músicos y grandes aficionados. En el caso de John Hermansader, sólo como aficionado. Sin embargo, una de las cosas que más llamó la atención de todo aquel que conocía a Reid Miles fue que no tuviera ni un mínimo interés por el jazz y consiguiera con creces transmitir perfectamente el concepto de cualquier disco que salía de aquellas salas de grabación. El diseñador era un gran amante de la música clásica y aunque en el fondo tenga más puntos en común con el jazz de lo que pueda parecer, lo cierto es que Miles no entendía la música de su propia discográfica, ni tampoco hacía por entenderla. Confiaba ciegamente en las descripciones e indicaciones que le transmitían Wolff y Lion. Cuentan los más allegados que poco duraban en manos del diseñador las copias físicas que le regalaba la discográfica. Las tiendas de segunda mano sumaban un disco de jazz nuevo y restaban uno de música clásica.
Blancos y negros, tipografías dispares, tintados azules, tintados rojos… son algunos de los signos que caracterizan el estilo de Blue Note. El diseño vanguardista de sus portadas rompió los esquemas estéticos de la época. Reid Miles introdujo numerosos elementos rompedores que definieron la identidad del sello e incluso me atrevería a decir que la concepción gráfica del jazz. Diseño gráfico y fotografía eran magistralmente combinados de forma que la portada resultante fuera un trabajo totalmente compacto y con un solo concepto apegado a la composición musical.
Reid Miles nació en Chicago, pero más tarde se trasladaría a California por motivos familiares. Después de la secundaria estudió en Chouinard, la famosa escuela de arte de Los Ángeles donde se graduaron destacados artistas como Neil Fujita ,creador del mítico logo de la saga de El Padrino, y autor de originales portadas para Columbia. De hecho, fue contratado precisamente por la discográfica para competir en aquel momento con la fuerte creatividad y frescura que aportaba Blue Note al panorama. Reid Miles trabajó en la revista Esquire en Nueva York dirigida entonces por John Hermansader que formaba parte del equipo de diseño del sello discográfico. Realmente fue él quien hizo un poco de intermediario entre Miles y Blue Note. Pero lo cierto es que Reid era un hombre que prefería trabajar por su cuenta, no se le daba demasiado bien estar bajo el mando de otras personas, salía y entraba de las agencias. Mientras estaba en Esquire trabajaba como freelance para Blue Note y también llegó a colaborar con Andy Warhol aunque la cosa no le salió demasiado bien ya que acabó despedido por tener un altercado con un cliente.
Sin ninguna duda, una de las cosas que hacían especiales las portadas era la colaboración de Francis Wolff y su manera de trabajar la fotografía. El hecho de captar imágenes durante los ensayos, hacía que esa atmósfera ferviente de improvisación y espontaneidad se reflejara a la perfección en los negativos. Todo aquello se salía del modelo de portada establecido anteriormente por otras discográficas y por lo que entonces dominaba en el mercado musical. Figuras estáticas, poses rígidas y sin alma abundaban en la escena. Productos casi manufacturados y sin ninguna sensibilidad artística, por no hablar del componente racista de las productoras. Blue Note al contrario, cerraba el concepto musical con la portada adecuada, por lo que nada era casualidad.
Ciertamente el eje que hacía girar el trabajo gráfico de la discográfica, era la perfecta compenetración entre el fotógrafo y el diseñador. Francis Wolff y Reid Miles constituyeron uno de esos binomios míticos, al estilo Quincy–Michael, cada uno en su campo. Probablemente, Wolff complementó aquella falta de conocimiento sobre jazz que tenía Miles, quizá eso fuera una de las claves del éxito, a parte de la absoluta confianza que tenían el uno sobre el otro.
El estilo de Reid radicaba en la forma en la que combinaba los elementos gráficos. Supo introducir la fotografía en un género musical dominado por ilustraciones hasta principios de los años cincuenta. Consideradas sofisticadas y modernas, las ilustraciones solían ser la base de todo artwork jazzístico. Dotaban las portadas de elegancia por lo que casi siempre eran una apuesta segura. No hay más que mirar atrás y quedarnos con algunas de las ilustraciones míticas de David Stone Martin como la que propone en «All ornothing at All» de Billie Holiday o el loco estilo de Jim Flora con la edición limitada de «Kid Ory & His Creole Jazz Band».
No obstante, cuando la tecnología mejoró y se posibilitaron las impresiones de fotografía a color por un precio asequible, la ilustración cayó en picado. A la mayoría de los diseñadores les costó adaptarse al nuevo estilo que exigían las discográficas, las cuales se dieron cuenta de que realmente lo que el público quería ver era la imagen del artista. Poco a poco, las preferencias del público cambiaron y por ende las reglas y estrategias de marketing. El cambio de ilustración a fotografía fue muy radical, tanto así que la mayoría de discográficas optaron por eliminar del todo la ilustración sin experimentar con la combinación de ambas modalidades artísticas. No obstante, Blue Note, supo captar algunos elementos del diseño gráfico (especialmente la tipografía) y lo mejor de la fotografía. Aunque actualmente podamos reconocer y captar al instante la originalidad del estilo de Miles y Wolff, tardaron una década en establecerse como estándar frente a lo que se hacía a su alrededor.
La composición que hacía Reid Miles solía ser muy parecida, excepto algún que otro trabajo más experimental. Quizá por su influencia del pintor expresionista abstracto Barnett Newman, tenía predilección por separar y partir imágenes rectangulares, mezclando diferentes texturas o jugando con la pureza de los colores. Las líneas rectas y franjas de diferentes tamaños y texturas dominaron una serie de portadas.
Las ideas neoplasticistas alimentaban los diseños de Miles que jugaba continuamente con la abstracción geométrica y las formas cuadradas y rectangulares de un solo color. Ciertamente, han sido estos diseños los que más se han relacionado siempre con el hard-bop en el público más generalizado. Pero, unos cuantos años antes que Miles, el artista Piet Mondrian, el impulsor del neoplasticismo ya escribió en 1927 un ensayo llamado “Jazz y Neoplasticismo”.
Esta modalidad artística ha estado muy presente en el mundo del jazz, quizá porque sean las formas más relacionadas con la composición jazzística, así como lo son las formas ondulantes e infinitas para el rock psicodélico. Orden, caos y dinamismo por partes iguales, juego de volúmenes y repeticiones que se superponen. Y aunque las cosas hayan evolucionado, en parte esta concepción se ha propagado hasta la actualidad.
Una de las anécdotas que más llama la atención, es que en sus primeros años la discográfica disponía de un presupuesto bastante bajo para la producción de sus diseños, y lo que más económico resultaba eran los tintados de blanco y negro en colores primarios como el cian, amarillo y magenta (y sus respectivas mezclas), un recurso bastante original que acabó convirtiéndose en una técnica característica del sello, siendo ni más ni menos que la pura adaptación de un artista con ingenio a una situación precaria, ¿alguien podría decir que la falta de medios no agudiza la creatividad?.`
Como señalaba anteriormente, el trabajo de Francis Wolff también marcó un punto de inflexión en la historia de las carátulas y material promocional. Fácilmente daría para hacer un análisis exhaustivo (y aun así quedarse corto) en un artículo aparte. De origen alemán, Wolff emigró a Estados Unidos en 1939 donde conocería a Alfred Lion con el que entablaría una fuerte amistad.
Sus fotografías retratan el ambiente en el que los músicos se movían día a día. Cubría casi todos los ensayos y sesiones de grabación para el material publicitario, aún hoy en día ese mismo material sigue ilustrando los libretos de las reediciones. Conseguía lo que hasta entonces no estaba demasiado visto: la espontaneidad y naturalidad de los músicos. Pretendía ilustrar esa unión casi espiritual entre el músico y su instrumento. Sin duda alguna, era una manera nueva de fotografiar a los artistas que no fuera de la forma tradicional de estudio de fotografía. Fácilmente puede decirse que junto con Herman Leonard se ha consagrado como otro fotógrafo del jazz dejando un legado fotográfico que documenta la historia del Jazz entre los ’50 y ’60.
Aunque poco se haya hablado de ello, Reid Miles también tenía su faceta como fotógrafo aunque con un estilo más experimental que el de Wolff. Sus imágenes eran un tanto abstractas, jugando con los desenfoques, el granulado y el movimiento de los objetos. No sólo se centraba en la imagen del artista, si no que hacía que interaccionara con las formas del espacio que le rodeaba.
A partir de mediados de los ‘60 brotan en Blue Note diversos trabajos cercanos a la psicodelia. Ni Francis Wolff ni Reid Miles se encuentran al mando de los artworks, por lo que se crean un conjunto de portadas que se salían de la línea preconcebida hasta ahora. Algunas de ellas son «The Sixth Sense» (Lee Morgan), «Schizophrenia« (Wayne Shorter) o «Genesis» (Elvin Jones). Predominan los colores vivos y degradados entre otras cosas.
Además, se demandan ilustradores especializados como Bob Venosa para portadas como «Blue Mode» de Reuben Wilson o «Demon’s Dance» de Jackie Mclean.
Al mismo tiempo, comienza a cobrar fuerza la imagen femenina como protagonista en las portadas de discos. Seguramente como consecuencia de los movimientos feministas de la sociedad norteamericana (como pudimos comprobar en las portadas de Ohio Players).
Otras discográficas
Si bien Blue Note era la discográfica dominante en la Costa Este durante los ‘50 y ’60, en lo que respecta a lo gráfico, Prestige y Riverside también ofrecían trabajos bastante interesantes a la industria en una línea parecida a la de Blue Note. Se podría decir, a rasgos generales que el panorama Este se asentó un poco en el el blanco y negro y las portadas bicromáticas y la Costa Oeste presentaba abundantes fotografías a color y gran variedad en la paleta de colores. Contemporary o Pacific eran sellos que representaban muy bien esto último. En este caso, detrás del objetivo estaba el fotógrafo William Claxton que se encargó de fotografías como la de Chet Baker en «Chet Baker and Crew» o la de Sonny Rollins en la portada de «Way Out West», un estilo más luminoso colorista que lo citado anteriormente.
El estilo artístico de Blue Note ha significado tanto para la historia del diseño de portadas que varios artistas han querido rendir homenaje a la famosa discográfica. Diseños como los de «Jazzmatazz» (Vol.I y Vol.II), o la portada de «Intoxicated Demons» de The Beatnuts son algunos de los más destacados. También, el llamado Wu-Note Project en el que se reinventan las portadas de Wu-Tang Clan al más puro estilo Blue Note.
Genial Post. Enhorabuena y por supuesto muchas gracias. Con Crypta cada día se aprende un poco más. Seguid así.