Posiblemente desde que se anunciara la visita de Rakim a Barcelona hace ya más de tres años, (y los que me conocen saben que esto son palabras mayores) no ansiaba con tanta ilusión que llegara el día de un concierto como el de Oxmo Puccino el pasado sábado 15 de noviembre. En primer lugar, la comparación se justifica porque Oxmo es uno de mis mc’s franceses favoritos y, te pueda gustar más o menos el rumbo que ha tomado su carrera, el parisino sigue en activo y eso es algo que siempre aporta más seguridad a la calidad que puedas presuponer a un directo. Si a esto le sumamos lo increíblemente raro que llega a ser poder disfrutar de un directo de rap francés en este país, aun estando separados por tan pocos kilómetros, este tipo de conciertos se convierten en una fecha a marcar obligatoriamente en el calendario para los que hace años que nos declaramos amantes del rap del país vecino, y más cuando era la primera vez que Oxmo pisaba Barcelona.
Por suerte, esto último parece estar empezando a cambiar al haber entrado en el juego la gente de French Bis (dedicados a la organización de espectáculos franceses), gracias a los que hace unos meses pudimos disfrutar del gran concierto de IAM que se nos había negado (con un portazo literal en toda la cara) años atrás, el cual disfrutamos por todo lo alto ya que ellos han demostrado apostar por los ingredientes adecuados: conciertos que lo son de verdad, fácil localización en el centro de la ciudad y una buena sala, en estos dos casos, la Sala Barts. Cuando las cosas se hacen bien, el público responde.
Así, los asistentes fuimos ocupando cada una de las butacas que habían vestido de gala la sala para la ocasión. Era el primer concierto de rap que iba a presenciar sentada, dato que ya se conocía con antelación y que no dejaba lugar a dudas sobre el tipo de concierto que cabía esperar.
Las luces se apagaron y los focos iluminaron el escenario en el que el primero en aparecer fue el guitarrista Edouard Ardan, encargado de sembrar la calidez que reinaría en el ambiente durante todo el concierto e introducir a la estrella que asomaba lentamente entre aplausos, vestido de forma elegante e irradiando clase en cada uno de sus pasos hacia el centro de la tarima. Pocos mc’s tienen el poder de llenar el escenario sin apenas abrir boca y Oxmo es uno de esos afortunados. Así que, por muchos apodos que le pongamos, él es verdaderamente único y así lo dejó claro comentando, entre bromas, que ni era el Black Barry White, ni el Black Jacques Brel.
Para esta ocasión, Oxmo decidió acompañarse también de Dj Cream, viejo conocido en su carrera, así la tónica del concierto estaba servida, el Sr. Ardan reafirmaba el estilo musical del Oxmo más actual, y Dj Cream aseguraba a los nostálgicos como yo, que el Sr. Puccino no iba a abandonar la ciudad Condal sin brindarnos una dosis de clásicos. Y es que por mucho que cada artista está en su derecho de cansarse de cantar sus temas míticos y querer presentar únicamente sus últimas creaciones (tema bastante en auge con las recientes declaraciones de Talib Kweli apoyando a su amiga Lauryn Hill), un tipo con las tablas de Oxmo es consciente de que no puedes actuar por primera vez en una ciudad y marcharte sin haber grabado en las mentes de tu público el recuerdo de ciertos temas en directo.
Así, el repertorio fue combinando temas más nuevos y temas más viejos. El primer clásico en caer y que hizo emocionarme como pocas veces, fue Le Cactus de Sibérie. La piel se me erizó con la primera nota y es que la pasión que Oxmo transmite junto a la atmósfera intimista que ya se había creado, los recuerdos de esa época que me invaden al escucharlo y las ganas que tenía de vivir ese momento, era un combo de sentimientos que debía manifestarse de una forma u otra, y no debí ser la única puesto que la sala entera se hundía en aplausos y onomatopéyicos piropos, de forma que al parisino no le quedó otra que dedicarnos unas palabras de agradecimiento por ser un público extraordinario. Pero esto sólo acababa de empezar.
La gente aún permanecía en sus butacas, aunque el ambiente no era nada frío, mientras Oxmo, con unas palabras sobre la negatividad que produce cargarse de problemas, presentaba Le mal que j’ai ne pas fait, tema que abre su último disco “Roi Sans Carrosse”. Este tipo de reflexiones o pequeñas intros antes de los temas sería la tónica habitual durante todo el concierto, algo que no nos pillaba de sorpresa ya que podría ser la extrapolación de los interludios habituales en sus trabajos. Por suerte para él, un alto (altísimo) porcentaje de los que poblaban la sala eran franceses (o al menos hablaban el idioma o lo medio entendían como en mi caso) así que el feedback estuvo asegurado todo el concierto.
Acto seguido, nos invitaba a despertar el artista que habita en toda persona antes de arrancarse a cantar Artiste, el primer tema movidito del repertorio y que ya hizo levantarse a algún que otro atrevido, a los que acabaron uniéndose bastantes más cuando empezaron a sonar las poderosas sirenas de Ou est Billie? y que acabaron llenando gran parte del lateral de la Barts invadidos por una emoción que les hacía incapaces de volver a sentar el culo sobre su butaca.
¿Cómo acomodarse de nuevo cuando parece que Oxmo había pasado la pelota de Ardan a Cream, haciendo un guiño para introducir uno de los temas de su mixtape conjunta: Hé Ouais? No sólo por el tema en sí, sino porque fue el detonante que abrió los minutos más rappers del directo, en el que Oxmo retrocedió en el tiempo con Souvenirs sin dudar en retroceder aún más hasta cantarse temas más viejos que sus propios álbumes (algunos para mi agradable sorpresa) y es que no sólo se cantó Mama Lova sobre la instrumental de Dear Mama, ¡es que se lanzó con Pucc Fiction! Esa sí que no me la esperaba. Gracias, Oxmo. Creo que para cuando terminó con ella no quedaba casi nadie sentado y a todos nos ardían las manos y/o la garganta.
Quiero aprovechar aquí para destacar la forma tan diferente con la que aborda el público francés los directos, un público mucho más participativo y agradecido de lo que acostumbramos nosotros. Además se percibe con facilidad lo mucho más arraigado que está este género de música en la mentalidad del país vecino ya que podías ver gente de varias generaciones, incluso familias con niños en las que todos los miembros conocían y disfrutaban cada uno de los temas.
Volviendo al directo, todos sus discos tuvieron presencia en escena, a los ya nombrados podemos sumar algunos ejemplos como el gran J’ai mal au mic, Toucher l’horizon (ambos grandes momentos para mí), 365 jours o Sucré Pimenté (en el que nos invitó a jugar en el estribillo).
En cuanto a la forma, quizás alguien que no comprara su entrada suficientemente mentalizado sobre el rumbo que ha tomado la carrera de Oxmo y que sólo tuviera en mente al Oxmo Puccino de los primeros tiempos, pudiera salir un poco decepcionado de allí ya que el tono general del bolo, relajado y pausado, se aleja mucho del boom-bap al que podemos estar acostumbrados. Desde luego no fue mi caso, siendo totalmente consciente de la evolución, nada inesperada, de la carrera del antiguo Black Mafioso, salí del concierto realmente contenta con lo que había visto, incluso más de lo que suponía, ya que, el formato pausado que esperaba se antojó mucho más rapper de lo que a simple vista podía parecer, únicamente gracias a la actitud y presencia de Oxmo que, haciendo uso prácticamente de sólo un par de metros cuadrados del escenario, conseguía con cada uno de sus gestos, movimientos y expresiones transmitirme más sensación de estar presenciando un concierto de rap que muchos otros directos que he visto en los que los mc’s de turno dan saltos por el escenario necesitados de coristas para poder llenarlo.
Obviamente, por pedir que no quede, y yo, como muchos otros, echamos de menos más de un tema, sobre todo de su primer disco, pero claro… para oír todo lo que me hubiera gustado, habríamos necesitado de un concierto, por lo menos, de tres horas.
A cuento de esto, supongo que todos estaréis pensando que es imposible que no haya nombrado el tema por excelencia de Oxmo y es que, al máximo representante de su ópera prima, lo dejó para –casi- el final. Por supuesto, hablo de L’Enfant Seul, si reproducir el tema en cualquier aparato ya impresiona, podéis imaginar en directo, emotiva como pocas bajo una luz tenue como esa vela que nos olvidamos de apagar en una habitación vacía, pero que no llega a morir porque Oxmo la reaviva en el micro aunque con semblante serio, consciente del mensaje que ha conseguido conmovernos a todos desde 1998.
Sinceramente creía que con este escalofriante clásico se acabaría el concierto, pero nos había dejado para el final (debo decir que hizo dos amagos de fin de fiesta) algunos temas de su último disco: primero fue Pas ce soir? Interpretado con un humor fantástico haciendo sonreír a toda la sala y, para acabar, el elegido como guinda del pastel fue Pam Pa Nam, el cual comenzó a cantar sentado en una silla, para levantarse impulsivamente en el estribillo y hacer vibrar a toda la sala con él, abandonando el escenario mientras la guitarra de Edouard Ardan cerraba la noche de una forma sobria. Una noche que, al menos a mí, se me hizo realmente corta.