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La puerta al infinito: Jazz Voyages

Jazz Voyages

JAZZ VOYAGES

El otro día lo volví a hacer: me hice con algo de efectivo (cash para los más reales de la calle y los hombres de negocios que quieren dárselas de businessman internacional) y baje a por droga. Fui a mi tienda favoritas de discos de Móstoles (la única) conocida en mi corrobla como la tienda del heavy. Hace unos años estaba en un local más pequeño que había un par de números más arriba, pero debió irle bien y se cambió al actual que es más grande. La tienda se sustenta de la venta de merchandising por internet, por lo que su mayor atención no está en los discos, lo que no quita que estuviera cargando la furgoneta para un par de ferias en Valladolid y Holanda. Tiene una cantidad relativamente considerable de discos, especialmente rock y folk de los 70 en adelante, y cubetas dispersas para el resto de estilos. En la marginada caja de la fruta de música negra, que para mi sorpresa ha ganado un hueco en la mesa abandonando el suelo, suele haber poca chicha (quizá por eso no está viajando ahora mismo por Europa) pero de vez en cuando mete cosas interesantes. Está todo ahí como si tal, Lionel Richie con Shakatak, Four Tops, Cannonbal Adderley o Smokey Robinson. Van girando con el tiempo, pero lo que nunca cambia y siempre está ahí es esa colección de jazz que está en el 90% de las tiendas y ferias de este país, y que incluso se deja ver en algunos eventos autogestionados con mercadillo. No se como se llama, tampoco importa, seguramente se te haya venido a la cabeza esa portada de patrón con distintos colores y dibujos. Personalmente odio cierto tipo de compilaciones, en concreto las que se basan en el nombre y no en el contenido o la cohesión de las canciones. Es un producto fácil, no tiene misterio, pero en el caso del jazz tiras de Coltrane, Charlie ParkerBillie Holiday, Ray Charles, Hancock… y lo tienes. Lo tienes, porque los cortes con casi total certeza serán buenos y vas a disfrutar, pero realmente, no dicen nada.

Es la polla ser rapero y escuchar jazz. Te eleva como a otro nivel intelectual si estás en una batalla de egos entre el gremio, y camufla bien como coletilla cuando reniegas ante los de fuera. Yo también fui chaval y fardar sin referencias no es fardar, las carpetas de temas sueltos de jazz se trasladaban tras cada jubilación de dispositivo con un risible número de reproducciones a la espalda. Pero eh, sabía quién era Bill Evans, Louis Amstrong, Miles Davis (aunque no supiera que tocaba) y Charlie Parker, incluso Kyoto Jazz Massive o The Jazz Messengers por aquello del nombre. No tenía ni puta idea de qué relación tenía aquello más allá de los pianos y el viento metal, porque había canciones muy dispares entre sí. No me decía nada. Un día cualquiera de mi adolescencia estaba en el rastro de Madrid mirando unas cubetas, en esos momentos que el interés por curiosear discos te pica aunque no tengas un plato ni un pavo. Vi un disco de Charlie Parker: «All Stars Quintet & Sextet vol. 2» (1980 Joker, Italia). En la carátula en grande aparecía el nombre de Miles Davis, así que lo compré por matar dos pájaros de un tiro. Mi padre me regaló un plato, y cuando conseguí que más o menos sonara usando la minicadena como amplificador, puse el disco de Charlie Parker. Ahora mismo ese piano de Dodo Marmarosa abriendo Relaxin’ At Camarillo, el ritmo de Tommy Potter y Max Roach en Dexterity, y la inolvidable melodía de la aquí llamada Bird of Paradise (que ya os debería sonar aunque con otro nombre) son mis primeros recuerdos vivos de mi adicción al jazz. Aquello si me habló, tenía un lenguaje el cual creí haber descifrado (el tiempo me enseñó que no) a base de escuchas y más escuchas. Durante un tiempo ese se convirtió en mi disco de jazz. Vueltas, vueltas, y más vueltas. Eso hizo que profundizara -ligeramente- de forma más habitual en las carpetas hasta que topé con Blue In Green de Miles Davis. Aquel Miles y el de Dexterity poco o nada tenían que ver. ¿De dónde sale esto?. Investigué, y por primera vez mi conocimiento supo de la existencia de «Kind of Blue» (1959 – Blue Note), pasó a ser un archivo más de winzip en mis discos duros. Mis intereses divagaron por otros estilos y aquel plato dejó de funcionar haciendo el trapi con la minicadena ,pero años después «Kind of Blue» llegó a mis manos en formato físico. No me pudo el ansia por volver a escuchar Blue In Green, hacía tiempo que había dejado las carpetas de recopilaciones a favor de los discos, así que sonó So What. Mordí el anzuelo por completo.

Podría versionar el espíritu de la enumeración del texto de mi Mixtape Imposible en otro alarde de ingenio, si es que aquello lo fue. Artistas, discos, sellos, años, estilos, épocas… Pero hay dos grandes diferencias de entonces a ahora. Aquella relación de referencias servía a la perfección para expresar una idea, para identificar mi concepto del hip-hop, el porqué me enganchó, e incluso reflejaba parte importante del espíritu de este proyecto llamado CryptaMag. Esta vez no puedo hacer lo mismo. Decenas de nombres no pueden representar algo nacido de los esclavos negros de finales del sXIX, que buscando la evasión se reunían en Congo Square con sus iguales para expresarse libremente. La única libertad que disfrutaría su pueblo durante décadas se la daría la música. Se la daría la creación. Esa creación caló en todas las clases sociales mientras maduraba musicalmente superando límites que a partir de cierto punto sólo el propio jazz era capaz de ponerse. Más de un siglo después de aquellas reuniones en una plaza de Nueva Orleans su legado sigue aun vigente en su forma más esencial, en las influencias directas o indirectas de innumerables artistas de otros estilos, e incluso en la mente de algún creativo de la industria en horas bajas que busca distinción prostityéndolo. Un par de decenas de nombres, aparte de un insulto, sería inútil. Soy incapaz de describir el jazz porque no veo sus límites. Llevo unos años de investigación y lo único que saco en claro de él es que soy un maldito niño sentado en un astro que gira mientras observa boquiabierto la inmensidad del universo y disfruta con todo lo que allí sucedió, sucede, y está por suceder. Desde la luz más potente a el brillo más nimio que lucha por sobrevivir en ese foco de oscuridad y sólo se percibe cuando te has sumergido hasta el fondo en ella. La segunda cosa que ha cambiado desde aquella Mixtape Imposible es que esto ya rueda, así que para qué un name droppin‘ de mierda pudiendo destripar los elementos de la mitología del jazz mientras el tiempo nos lo permita. En Jazz Voyages, como su nombre indica, vamos a viajar por esa mitología de conceptos partiendo de referencias ya comentadas, siempre desde el punto de vista de ese niño que observa para aprender, no para enseñar.

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Nota Post-Redacción: Cosas de la vida, días después de escribir el inicio de este texto, llegaron temporalmente a mis manos algunos volúmenes de la colección mencionada. Ahora puedo afirmar que se llama «Los Grandes del Jazz»; que las imágenes en su mayoría son de instrumentos, aparatos de sonido, o músicos; que está editado por Sarpe; y que es de principios de los ’80. En el primer volumen que cogí, directos de Charlie Parker y Dizzy Gillespie de los 50, parte del desarrollo del bebop que hablamos en la review de The Quintet. Cuando voy a sacar el disco, sale un fascículo con una foto del  trompetista Don Cherry encabezando la primera página y la las letras ch. Parece parte de una enciclopedia. A mitad de página comienzan entradas de músicos, bailes, directores de orquesta, instrumentos, lengüetas y otros elementos, tipos de partitura, salas… Desconozco la mayoría, me flipa, esta colección si dice algo. La segunda referencia es chaing-gang, muy apropiada para esta entrada, y para estrenarnos con buen pie en los términos de la mitología jazzística.

chaing-gang. Grupo de prisioneros condenados a trabajos forzados, unidos por una cadena atada al pie. Se denominan chaing-gang songs los cantos de trabajo que estas cuadrillas de prisioneros solían entonar durante las horas laborables. Aunque son comunes a todos los estados del sur de la Unión, los chaing-gang work songs se desarrollaron primeramente en Textas, en Louisiana y en el estado de Mississippi.

10 comentarios en «La puerta al infinito: Jazz Voyages»

  1. Genial, bravo. Para mí Kind of Blue también en su día fue un punto de inflexión en mi manera de entender el jazz, estaba como a otro nivel. Sin ser un experto en la materia, un disco de jazz me transmite cosas que no puedo llegar a sentir con otros géneros musicales. Es un voyage (introspectivo), como el título del artículo.

    Últimamente estoy quemando mucho Moon Beams de Bill Evans. Un discazo en toda regla que recomiendo.

  2. Gracias Dasar por estas entradas. Yo soy otro yonki del copón con esto del jazz. Y me considero un total ignorante de la materia, pero hará 4 años que reparé el viejo tocadiscos de mi padre, sólo para comprarme vinilos de jazz y gozarlos. Va a sonar super snob esto, pero tuve la suerte de pasarme por Tokio hace año y medio, y eso es el paraíso para los diggers. Me traje varias joyitas que en España sólo encuentras en Amazon.

    Yo no sé muy bien pro qué, pero el que surte un efecto hipnótico en mí desde siempre es Big John Patton…

  3. Hola. Tengo la colección entera de vinilos «los grandes del jazz» de SARPE. 100 discos y 4 volúmenes de enciclopedia. Quiero venderla. ¿me podéis orientar en precio?

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