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Jazz Voyages XI: Leonard Feather, cronista del jazz

De izquierda a derecha: Duke Ellington, Billie Holiday y Leonard Feather

Leonard Feather fue un periodista, músico, productor, escritor, locutor, agente de prensa… y en definitiva, vividor del jazz, que sin duda es considerado como uno de los cronistas (más que periodista) más importantes de la Historia de dicho género. Leonard Feather tuvo la voluntad y valor de viajar de Londres a Estados Unidos para estar más cerca del jazz y sentirlo de forma plena, y la Historia le recompensó con vivir los años en que el estilo se consolidó, revolucionó, y expandió hacia horizontes que aun a día de hoy se ramifican influenciando otros géneros como el rock, la electrónica, e incluso el flamenco.

No obstante, no todo son elogios para Leonard Feather. Muchos de sus contemporáneos, compartieran o no su postura, le consideran un estúpido y un impertinente, muy probablemente por la escasa sensibilidad de la que hizo gala en los años en qué le tocó defender su postura a favor del be-bop. Es probable que Leonard no siempre dijera las cosas de la mejor forma posible, pero lo que es indudable, y eso sí lo confirma la Historia del jazz, es que en la mayoría de las ocasiones acertó, y que su vida estuvo enteramente dedicada a que el jazz progresara.

Nacimiento en Londres, entorno familiar y contexto histórico y musical (1914)

Leonard Geoffrey Feather nació en Hampstead (Londres) el 13 de Septiembre de 1914. Creció en un entorno familiar de religión judía y relativamente estable, su familia pertenecía a la llamada clase media-alta. El padre de Leonard regentaba una cadena de ropa y en principio el futuro del joven Leonard estaba ligado al negocio de su padre, pero la depresión del ’29 supuso un varapalo para el negocio por lo que Leonard se vio obligado a buscarse otro empleo.

Leonard visitaba habitualmente una tienda de discos en Kensington, a unos kilómetros de su barrio. En aquella tienda, un amigo suyo le puso un día West End Blues de Louis Armstrong. En aquel momento, Leonard Feather se sumó a la inacabable lista de personas a las que Louis Armstrong cambió la vida.

En su adolescencia, Leonard aprendió a tocar de forma autodidacta el piano y el clarinete, y al poco tiempo empezó a escribir sobre cine y sobre la música jazz que Satchmo (uno de los apodos de Louis Armstrong) había introducido en su alma y que continuamente ocupaba sus reflexiones internas. Es importante hacer una pequeña pausa en la vida de Leonard para explicar el panorama jazzístico de los años ’20 y ’30, ya que sería la época del jazz que él viviría desde Europa. Fue la época en la que la música jazz caló profundamente en la sociedad americana.

Habían pasado varias décadas desde que unos esclavos negros de Nueva Orleans comenzaran a reunirse en la Congo Square para desarrollar el embrión de lo que sería la música jazz. Nos encontramos con una sociedad americana que empezaba a disfrutar los denominados The Roaring Twenties (Felices Años Veinte) que casualmente coincidían con los primeros años de la Ley Volstead (más conocida como Ley Seca) y también con las grabaciones de unos blancos llamados la Original Dixieland Jass Band que se iban abriendo paso por los gramófonos y locales neoyorkinos. Hablamos de la década en la que un criminal llamado Owney Maden era puesto en libertad, compraba un club de Harlem que llevaba por nombre Club Deluxe, fundado por Jack Johnson (primer negro campeón del mundo de boxeo), y le cambiaba de nombre a Cotton Club (ya os sonará algo de nuestra biografía de Duke Ellington).

Durante esas décadas se forjaría en el Cotton, y en numerosos clubs norteamericanos más, lo que tiempo después se reconoció como “la manifestación musical que más representa a América”. Hablamos pues de una constante retroalimentación musical que, si ya era difícil seguir en la misma América por la vitalidad del estilo y por las circunstancias sociales y políticas, más difícil aún sería hacerlo en Europa, con el Océano Pacífico de por medio y con unas comunicaciones que poco se parecían a las que hoy día son capaces de brindarnos perspectivas bastante fidedignas (en ocasiones condicionadas) de lo que sucede en otros sitios del mundo. Es importante entender esto, porque esas inquietudes fueron las que empezaron a abrir el camino de Leonard Feather hacia Estados Unidos.

No obstante, hacía unos años que había nacido la publicación inglesa Melody Maker, considerada por muchos como la primera publicación semanal especializada en música. Aunque más tarde sería conocida por su apoyo incondicional al rock & roll británico, durante sus primeros años la publicación estaba especializada en la música jazz. Una de las primeras inquietudes de Leonard Feather sobre el jazz se veía reflejada en una carta dirigida a dicha publicación. En ella el joven Leonard preguntaba al editor por qué no había valses en el jazz, a lo que el editor, Dan Ingman, respondió “asking for jazz in 3/4 time is like asking for a red piece of green chalk», algo así como que –pedir jazz en un tiempo de 3/4 es como preguntar por un trozo de color rojo en una tiza verde. En su segunda carta a la publicación, Leonard se quejaba de la poca presencia femenina en el jazz. Esta vez Dan dejó a un lado su educación y su indignación fue tal que tras responderle, solicitó una reunión con el joven Leonard. Poco tiempo después Leonard empezaría a hacer sus pinitos periodísticos al lado de Dan Ingman en Melody Maker.

De Londres a Nueva York (1930 – 1939)

Durante los primeros años treinta, las reflexiones de Leonard sobre el jazz se alternaban con críticas cinematográficas. Leonard consiguió trabajar como redactor para diversas revistas europeas especializadas, lo que le permitía viajar con cierta frecuencia por Europa. Cerca del año ’32, estando en París en uno de esos viajes de trabajo, Leonard se enteró de que Louis Armstrong iba a tocar en el London Palladium. La persona que le cambió la vida iba a tocar en su ciudad y él estaba a más de 300 kms de distancia, Canal de la Mancha de por medio. Aun así no lo dudó e inmediatamente se marchó al aeropuerto para comprar unos billetes que le llevaran lo antes posible a Londres.

Tras acabar el concierto, Leonard fue a tomar algo a un bar cercano al auditorio, y para su sorpresa allí estaban sentandos Louis y su esposa por aquel entonces, llamada Alpha. Leonard no pudo resistir saludar a Louis y mostrarle su admiración, y en aquel momento se forjó una amistad que duraría practicamente toda su vida. Años más tarde, Leonard haría unas declaraciones, “…it was impossible for me as an unsophisticated teenager to understand fully the enormity of the crimes visited on even the most prominent of Afro-Americans. This in turn left me minimally capable of understanding how Armstrong and Alpha reacted to the new identity England was now giving him as a mature and greatly respected artist». En ellas podemos ver lo mencionado anteriormente en cuanto a que Leonard vivía en un mundo cuya información no estaba globalizada igual que ahora. Siendo joven, para él era difícil entender la situación que vivían los afroamericanos en Estados Unidos, en parte por las acciones de la descendencia de colonos blancos que habían tomado las tierras norteamericanas. Es por eso que en el acto no consiguiera comprender del todo la buena reacción que tuvieron Louis y Alpha a que un joven blanco inglés tuviera a Louis como un artista tan encumbrado.

Leonard Feather al piano y Louis Armstrong a la trompeta durante una sesión de grabación para RCA en 1946

Seguramente aquel encuentro fue clave para que Leonard empezara a pensar que su lugar estaba bastante lejos de Londres. Su lugar estaba en el ojo del huracán jazzístico, donde el jazz no sólo se pudiera escuchar, sino que también se pudiera oler, degustar, ver, y tocar.

En Julio de 1935, Leonard estaba completamente decidido a viajar a Nueva York. Recopiló alguno de sus artículos y puso rumbo a Estados Unidos con su amigo Felix King, un pianista que había conocido gracias a la pasión que ambos tenían por la música jazz. Una vez llegaron a Nueva York, en el muelle les esperaba John Hammond, un columnista musical que entonces ya era referencia en el género, y que sería el encargado de hacerles una pequeña introducción a la escena jazzística.

Para mediados de los años ’30 ya se habían compuesto algunos de los estándares jazzísticos más interpretados de la Historia del jazz. Hablamos de St. Louis Blues compuesta por W.C. Handy, Oh, Lady Be Good de George Gershwin, las emotivas Star Dust y Georgia On My Mind de Hoagy Carmichael, las estacionales Summertime de George Gershwin y Autumn In New York de Vernon Duke, e incluso el que se considera el standard por excelencia, Body And Soul de Johnny Green.

Pero había un pianista y compositor que durante la década de los treinta fue especialmente prolífico y que acabaría siendo la persona que junto a Louis Armstrong (se podría decir que más pues Satchmo no era compositor) convirtió el jazz en la música popular americana. Estamos hablando de Duke Ellington, que en unas ocasiones en solitario, y en otras acompañado por otros músicos como Irving Mills pero sobre todo su inseparable Billy Strayhorn, compuso gran cantidad de estos estándares: Rockin’ In Rhythm y Mood Indigo (1930) dedicada a su recientemente fallecida madre, April in Paris y It Don’t Mean a Thing (If It Ain’t Got That Swing) (1932), Sophisticated Lady (1933) o Solitude (1934) son algunos de esos ejemplos.

Leonard quería estar en el centro del meollo, por lo que reservó hotel en la 48th Street, cerca de un club subterráneo llamado Adrian’s Tap Room donde pequeñas formaciones de swing tocaban cada noche. Esa misma noche Leonard pasó por dicho sótano, pero no contento con eso después fue a la Sala Apollo en la que tocaba Bessie Smith, y después a Savoy, en el Harlem, uno de los primeros clubs que permitían la entrada a hombres y mujeres indistintamente del color de su piel, en donde hacía lo propio Teddy Hills. Leonard necesitaba más, y al día siguiente se marcó como objetivo recorrer La Calle (The Street), que era como se conocía a la 52nd Street. Allí descubrió The Hickory House y The Onyx Club entre otros. Así describía en un artículo para Melody Maker publicado en agosto del ’35 su experiencia en Nueva York:

To an Englishman visiting the States for the first time, New York is an amazing place. To a musician it is even more amazing, for nowhere else in the world could I have been treated to such an orgy of music as I succeed in hearing during my two weeks’ hurried visit”.

Leonard Feather

Desde aquel viaje a Nueva York, la vida de Leonard sería un continuo ida y vuelta Londres – Nueva York, compaginando su faceta como periodista en Melody Maker con la de productor de grabaciones musicales a artistas incipientes de la escena jazzística como The Sweethearts of Rhythm, Una Mae Carlisle, Hazel Scott, Benny Carter, Pete Brown, Bobby Hackett, Cozy Cole o Helen Humes. Aquello empezó a suponerle mejor negocio que el trabajo como periodista en Europa, por lo que en 1939 decide instalarse definitivamente en Nueva York.

De Nueva York a Los Ángeles (1939 – 1960)

Parece que Leonard supiera lo que estaba por venir, porque en la década de los ’40 el jazz iba a sufrir una de sus mayores mutaciones gracias al talento de unos jóvenes llamados Charlie Paker y Dizzy Gillespie, a los que más tarde todo el planeta acabaría conociendo como Bird & Diz, que iban a poner patas arriba la concepción del jazz que se tenía hasta ahora. Es la confirmación definitiva de que el jazz nació para ser un estilo dinámico que crecería con las personas y sus circunstancias, y uno de los hechos que lo demuestra es que su manera de responder ante la decadencia que sufrieron las big-bands por cuestiones económicas, fue reinventarse en formatos reducidos como los cuartetos o los quintetos.

La década de los ’40 es fundamental en la vida de Leonard Feather. En ella se asentará como un referente dentro del mundo del jazz, y comenzará a formar su familia junto a Jane Leslie (apellido de soltera) y su hija Lorraine Feather. Quizá por eso sea uno de los capítulos más cortos de su biografía personal ya que una vez aterrizó definitivamente en América su vida iba a estar dedicada enteramente a la música jazz, por lo que muchas de sus acciones las repasaremos en los siguientes epígrafes centrándonos aquí en algunos detalles de su vida privada, o en algunos de los movimientos que hizo dentro del jazz pero que no afectan a su carrera como periodista, músico o productor.

Viviendo ya en Nueva York, Leonard conoció a un belga amante de la música llamado Robert Goffin. Leonard y Robert conversaban continuamente de música, y en una de esas conversaciones surgió la idea de hacer que los críticos musicales realizaran una votación para ver cuál era el mayor joven talento del que disfrutaba la escena jazzística estadounidense. Ambos acabaron convenciendo a Arnold Gingrich, editor de la por aquel entonces joven revista Esquire para que patrocinara la votación, y un compañero suyo, David Smart, aportó la idea de realizar después un concierto con los ganadores. Finalmente se planteó como un acto benéfico, en el que la asistencia se podía comprar con bonos de guerra. Algunos de esos ganadores fueron el contrabajista Oscar Pettiford, el pianista Art Tatum, y la cantante Billie Holiday. Algunos escritores condenaron la votación ya que alegaron que había habido discriminación racial, ya que la mayoría de los ganadores eran blancos. Eso no impidió que se realizaran votaciones en los años sucesivos, en las que ganaron artistas como la cantante Ella Fitzgerald, el pianista Teddy Wilson, el vibrafonista Red Norvo, o el espectacular batería Gene Krupa. Esto demuestra la clara vocación reformista de Leonard Feather, en la que haremos más hincapié más tarde.

A los pocos años de vivir en Nueva York, Leonard ya se había ganado una reputación dentro del amplio círculo social jazzístico. Para ello fue clave el trabajo que realizó como agente de prensa para Duke Ellington y Lionel Hampton entre 1941 y 1943, antes de volver a su trabajo como periodista. Una noche se le acercó una chica para comentar alguno de sus escritos, y desde aquella conversación se convirtió en la mujer de su vida, acompañándole hasta su muerte en 1994. Como hemos dicho antes se llamaba Jane Leslie, y era una cantante que había tenido más fama por una colección de imágenes que protagonizó en la revista Click junto a su compañera de piso Peggy Lee (también cantante) que por su carrera artística, aunque gozó de un relativo éxito como cantante en algunas big-bands. Leonard y Jane se casaron años más tarde, con el músico Red Norvo como padrino de bodas, y el 10 de Septiembre de 1948, adelantando el regalo de su 34 cumpleaños a Leonard, traerían al mundo a su primera y única hija: Billie Lorraine Feather. El primer nombre lo cogerían adoptado de su madrina, que si tenemos en cuenta la importancia que ya tenía Leonard dentro del mundo jazzístico, no será muy difícil de deducir: Billie Holliday. Un año después, en 1949, publicaría su primer libro titulado “Inside Be-Bop”, una declaración explícita de su apoyo a la música de las nuevas generaciones que abanderaban Bird & Diz: Thelonious Monk, Coleman Hawkins, Bud Powell

Para cuando acabara la década de los ’50 Leonard ya era pieza fundamental en la maquinaria del jazz. Era redactor y editor en la revista Metronome Magazine en la que escribió numerosos artículos; estaba en las ondas de radio gracias al programa Platterbrains que había creado junto a su amigo Bob Bach; había sido jefe de prensa de Duke Ellington; escribía las liner notes (nombre que recibieron los textos que ocupaban las contraportadas de los discos) de gran parte de los discos que editaba la que probablemente fuera y siga siendo la discográfica independiente más importante de la historia del jazz: Blue Note; había tocado con Louis Armstrong, Sarah Vaughan, Dizzy Gillespie, Oscar Pettiford o Charlie Parker; había dado salida a la música de numerosos artistas como Benny Goodman, Cootie Williams, Fats Navarro o el mismo Frank Sinatra mediante la Metronome All Stars, nombre con el que se conocía a los músicos abanderados por la revista en la que escribía.

En 1960 publicaría su segundo libro, “The New Encyclopedia of Jazz”, la que se considera su obra fundamental, pero había algunas cosas que no funcionaban bien en Metronome Magazine que acabaría cerrando en 1961, por lo que era tiempo de buscar nuevos aires y cambiar de costa.

Los Ángeles, vida y muerte (1960 – 1994)

Con Metronome Magazine clausurada, las reflexiones y críticas de Leonard se veían en la necesidad de buscar un nuevo espacio en el que ser difundidas. Así es como empezó a escribir para Los Angeles Times, y como su autoría en liner notes traspasaba las barreras de Blue Note para protagonizar contraportadas de Verve Records, RCA Victor, Epic, Columbia / CBS, Mercury, Capitol, Roulette, Coral, United Artists… Aquel joven londinense que había aterrizado en Nueva York hace veinte años se había convertido en una institución jazzística, y las casas discográficas sabían que su nombre en una contraportada podía hacer que un disco se vendiera con garantías. Leonard también era consciente de ese cambio de rol, y comenzó a cambiar periódicamente los clubs nocturnos por las universidades, empezando a dar clases en diversas universidades como la UCLA (Universidad de California, Los Ángeles), y en las Universidades de California en Riverside y Northridge.

Durante su estancia en Los Ángeles varios fueron los galardones que recibió Leonard:

–         1964: Recibió el primer Grammy a unas liner notes por sus palabras en “The Ellington Era” (1963 – Columbia), una recopilación de 3 LP’s que recogía la obra de Duke Ellington desde 1920 hasta 1947.

–         1971: Nominación a un Emmy por la producción de “The Jazz Show”, una serie televisiva para el canal KNBC de Los Ángeles.

–         1978: Premio de la Corporation for Public Broadcasting por su programa “The Leonard Feather Show” emitido en la KUSC angelina.

–         1981: Premio al Crítico Internacional entregado por la revista Down Beat.

–         1984: Doctor Honoris Causa en música por el College Music de Boston.

–         1986: La Asociación Nacional de Educadores del Jazz le premia por 50 años de contribución a la educación y el periodismo en el jazz.

Ésta fue probablemente la época más prolífica del Leonard Feather escritor, ya que publicó numerosos libros hasta prácticamente el día de su muerte, como consecuencia de una neumonía, el 22 de Septiembre de 1994 a la edad de 80 años. De cuánto influyó su carrera periodistica en el jazz, hablamos a continuación.

El Leonard Feather Periodista

Aunque como hemos comentado antes, la carrera periodística de Leonard Feather empezó siendo joven en Londres, nos vamos a centrar en su trabajo realizado en la década de los ’40 con la revista Metronome ya que fue sin duda su etapa más importante e influyente. Importante porque le consolidó como la institución jazzística que fue años más tarde y cómo la que se le recuerda hoy, e influyente porque Leonard Feather, junto a otros periodistas de la época, jugó un papel fundamental en la aceptación del be-bop como legado lógico y legítimo del swing.

Durante dicha década Leonard Feather y otros periodistas acuñaron el término moldy fig, que traducido al castellano vendría a ser algo así como higo pocho. Era su forma particular de contestar a esa parte de la crítica y la audiencia que no era capaz de ver el potencial creativo de la nueva generación de músicos a la que la revista Metronome ubicaba como los futuros jazzmen y jazzwomen: Charlie Paker, Dizzy Gillespie, Ella Fitgerald… Esa parte de la crítica estaba anclada en el jazz del pasado y seguía obcecada con el swing, el Dixieland, y la herencia de Nueva Orleans. En un artículo suyo publicado en Metronome Leonard llegó a compararlos con los fascistas. Esta comparación no hizo más que alterar doblemente a los amantes del swing, y Leonard recibió respuestas en algunas publicaciones como Esquire o The Record Changer, en el que incluso un lector hizo un simpático juego con los nombres de los redactores de Metronome mezclándolos con los de hitos comunistas.

El término político no estaba tan mal elegido, y no por la connotación política. Más bien, con el desarrollo del be-bop, el periodismo especializado se dividió entre los conservadores y aquellos periodistas que veían en los nuevos estilos el sonido del futuro, sin necesidad de desprestigiar las raíces. Recordemos que Leonard Feather se enamoró con la música de Louis Armstrong, y que continuamente alabó la música de Duke Ellington y Billy Strayhorn.

Visto desde la perspectiva del tiempo (y la mía conspiranoica personal) no sería extraño pensar que esa postura continuista no sólo respondiera a razones musicales. ¿Cuánto había de negocio en no impulsar a las nuevas olas? El swing siempre estuvo ligado a la cultura popular, pero muchos de aquellos nuevos músicos que venían pegando fuerte pasaban las noches fumando incansablemente en sótanos y consumiendo caballo. Pero no sólo eso, del impacto directo del swing que ponía tus caderas a bailar desde la primera nota, el jazz había cambiado hacia una complicada vertiente en la que los músicos cambiaban de escalas continuamente en interminables improvisaciones haciendo gala de su virtuosismo. ¿Estaba preparado el público del swing para eso?.

En el año 1944, la revista Esquire empezó a editar un anuario que resumía la escena jazzística. El proyecto lo dirigía el periodista Paul Eduard Miller, quién también hacía de manager para algunos líderes de banda como Eddie Condon. En su apertura se definían como los jazz-lover, seguramente en contraposición a los moldy fig que era como les conocían Leonard Feather y compañía. En la siguiente reflexión que abría ese anuario dejaban clara su posición:

“La gente a la que le gusta el jazz puede ser dividida más o menos en tres tipos. Está el americano medio que lo toma como cualquier cosa, escucha plácidamente de forma imparcial a Harry James, Benny Goodman, o Bing Crosby, le gusta bailar a los brazos de una buena y dulce banda, y, en resumen, tiene preferencia por lo que llama musiquilla. Están los jóvenes bailarines de jazz que parecen tenerlo como un “aleluya” en la religión y cuyas adolescentes orgías de histeria colectiva invitan a pensar que lo suyo es un problema psicopático que va más allá del plano musical. Y luego es donde estamos nosotros, que por analogía podríamos ser como esa persona empalagosa pero estudiosa de la tradición musical, denominados los jazz lover.”

Pero la aventura de los Jazz Book de Esquire sólo duraría hasta 1947. En el anuario correspondiente a ese año Paul Eduard Miller encrudeció la guerra periodística hasta el punto de hacer caso omiso a los galardonados de los premios que su misma Esquire patrocinaba, y salvo algunas fotos en las que se podían ver a algunos de esos músicos incipientes como Ella Fitgerald, la mayoría del contenido giraba en torno a su amigo Eddie Condon o a otros líderes de big-bands como Count Basie. La reacción de los músicos fue inmediata y firmaron un escrito a la revista Esquire en el que mostraban su indignación, con el apoyo incluso de algunos de esos músicos veteranos como Louis Armstrong o Johnny Hodges, uno de los solistas estrella de la big-band de Duke Ellington.

Mientras Leonard describía la música de Charlie Parker diciendo que la primera vez que le escuchabas tocar era como si viniera de otro planeta, los conservadores decían que su reciente composición Ornithology (1946) sonaba aburrida, al igual que la cara B de aquel single: una versión de Night In Tunisia, estándar que años antes había compuestos su amigo Dizzy Gillespie y en cuya interpretación original, aparte de Sarah Vaughan, aparecía también Leonard Feather al piano. No obstante, se podría decir que que esa carta dirigida a Esquire acabó con la guerra periodística poniendo en primer plano lo realmente fundamental: la música. Cincuenta años después, sobra decir que la Historia da la razón a Leonard Feather. La música que hacían Bird & Diz fue lo que mamaron músicos como Miles Davis, John Coltrane, Paul Desmond, Gil Evans, Sonny Rollins, Dave Brubeck, Chet Baker, o Herbie Hancock en su versión jazzística hasta su mutación tras la trilogía Mwandishi. Se podría decir que el be-bop fue la madre del cool jazz y evidentemente la madre del hard-bop de Horace Silver o Clifford Brown.

Pero la década de los ’40 no acaba aquí para Leonard Feather, ya que también fueron años importantes para la historia del Leonard Feather radiofónico. Lo que empezaron como unas colaboraciones puntuales en calidad de experto en diversos programas de radio como el RCA Victor Show, se consolidó en 1940 con el estreno de Platterbrains, programa de radio que, ya hemos comentado, creo junto a su compañero Bob Bach y que se emitía en la WNEW y la WMCA de Nueva York. El formato del programa consistía en que los radioyentes llamaban al programa preguntando dudas sobre grabaciones de jazz, o sobre el mundo del jazz en general, y Leonard y Bob junto a otros conocedores del jazz que les acompañaban en el estudio, trataban de solucionarla mientras que pinchaban música, generalmente temas mencionados por la audiencia en sus preguntas. A los dos años de estar en el aire el director de orquesta Count Basie grabaría un corte tributo al programa de mismo título, que acabo siendo su sintonía durante los años que duró hasta que retomaran otra vez el programa en 1953 en la ABC. Esta segunda etapa de Platterbrains duraría durante cinco años, hasta finales de la década de los ’50.

Durante esta década Leonard desarrolló otro proyecto paralelo llamado Blindfold Test, que incluía de forma ocasional en los Platterbrains, o que bien transcribía para publicar en Metronome u otras revistas especializadas como Down Beat. En dichas pruebas, Leonard se reunía con alguno de los músicos del momento, y tras vendarle los ojos le iba poniendo grabaciones de jazz para que luego el artista las comentara. La primera en pasar por la prueba fue Mary Lou Williams, y entre los músicos que pasaron más tarde se encontraban Count Basie, Buddy Weed, Paul Desmond, Dizzy Gillespie, Duke Ellington, Erroll Garner, Benny Goodman, John Coltrane, Lester Young… Prácticamente todas las generaciones del jazz pasaron por los test de Leonard, que pocas veces causaron indiferencia en el público. Más tarde retomaría los test, esta vez para publicarlos en Jazz Times.

También durante los años ’50 produjo el proyecto de broadcasting mundial Jazz Club USA para la Voice of America, consiguiendo así que toda la actualidad del jazz llegara al resto del mundo y ganando audiencia especialmente en la Unión Soviética y el este de Europa (una gran muestra de ello son la gran cantidad de formaciones jazzísticas rusas, almanas y polacas que surgieron en la época). Esto le permitió realizar giras europeas con algunos de los artistas que abanderaba, como Billie Holliday o Jimmy Raney. Una de sus últimas aventuras radiofónicas fue el The Leonard Feather Show que emitió desde Los Ángeles por la KUSC a finales de los ’70.

Antes de cerrar su faceta periodística con sus libros, es importante mencionar su breve paso por la televisión. En 1958 colaboró con la NBC en una serie llamada The Subject Is Jazz de clara vocación didáctica. En los ’60 tuvo la oportunidad de producir una serie de cortos sobre la música jazz para la televisión alemana, por invitación de MCA. El resultado fue Feather On Jazz, una serie de 23 capítulos que para desgracia del público no acabaron viendo la luz por completo, ya no sólo en Alemania, tampoco en Estados Unidos ya que la versión traducida al inglés nunca se vendió, por lo que los pocos fragmentos que se pueden ver de dicho show ha sido gracias a los arreglos de idioma que hizo el mismo Leonard. Por último, en la década de los ’70 realizó para la KNBC una serie llamada The Jazz Show que, como hemos comentado antes, le valió una nominación para los Emmy en 1971.

En su etapa final como periodista, Leonard fue especialmente prolífico en la publicación de libros en los que recogía todo el conocimiento y anécdotas recogidos durante años.

–        1966: The Encyclopedia of Jazz in the Sixties

–        1977: Inside Jazz

–        1977: Pleasures of Jazz

–        1987: From Satchmo to Miles

–        1987: Encyclopedic Yearbook of Jazz (reedición)

–        1987: The Jazz Years – Eartwtiness of an Era

–        1988: Book of Jazz

–       1999: The Biographical Encyclopedia of Jazz. Título póstumo escrito en colaboración con Ira Gilter

Teniendo en cuenta que a estas alturas es indiscutible denominar a Leonard Feather más bien cronista que periodista, todas las obras tienen un gran valor por recoger impresiones de alguien que ha vivido el jazz desde numerosos puntos de vista y en su época más importante de desarrollo. A eso hay que añadir la gran cantidad de anécdotas, relaciones, y detalles, que sólo una persona que ha estado tan dentro de un movimiento puede conocer, lo que siempre es un auténtica delicia para los lectores que apreciamos las palabras que te tele transportan en tiempo y espacio a los lugares de los que hablan.

No obstante, caben destacar en primer lugar The Jazz Years – Eartwtiness of an Era. Este es probablemente el libro más íntimo de Leonard, algo así como su biografía como testigo auditivo o auricular de una era, o esa es la traducción que se podría hacer del subtítulo del libro. Eso en cuanto a lo personal, en cuanto a lo estrictamente musical se podría decir que lo más importante son las enciclopedias que sacó, en las que hablaba por orden alfabético de músicos, ingenieros, productores, periodistas, sellos, o asociaciones.

From Satchmo to Miles es la obra más representativa de su vida, ya que analiza de una forma externa y a la vez personal, dado su trato con gran cantidad de músicos, la evolución del swing al cool jazz pasando por el be-bop. Esta obra simboliza como para algunos críticos es imposible despegarse de su objeto de crítica, y en este caso el contenido simboliza su mayor guerra personal: que se apreciaran y respetaran los nuevos enfoques que traían jóvenes músicos para el jazz, y que rompían con las barreras musicales impuestas hasta entonces.

Podría haber esperado al 22 de Septiembre para publicar este artículo y que tuviera más impacto. Probablemente el titular sería algo así como «Leonard Feather, 20 años sin el cronista del jazz», pero de poco sirve honrar a una persona en el aniversario de su muerte si la gente descubre ese día quién es y lo que hizo. Generalmente esas personas se convierten en otra curiosidad más de obituario, en otro personaje que pasó por aquí, hizo algo, y ocupa tu memoria durante unas veinticuatro horas -eh ¿sabes? Me acordé de ti porque vi en el periódico que se cumplía el nosecuanto aniversario de no se qué periodista de jazz. De la misma forma que mañana se acordarán de aquel amigo del instituto al que le gustaban los comics, el primo al que le gusta la astrología, o la vecina a la que le gusta el ballet. Un periodista (e insisto, cronista) como Leonard Feather merecía más respeto por parte de un compañero que está aprendiendo su profesión, y de un medio que pretende tener tanta importancia para un género como la que él tuvo para el jazz.

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