El pasado martes 17 de marzo de 2015, Juan Claudio Cifuentes –Cifu para los amigos- murió a los 73 años tras las complicaciones de un ictus cerebral. Por mierdas, más que por casualidades de la vida, estaba perfilando el siguiente Jazz Voyages dedicado a la transgresora figura del batería Max Roach para el que Cifu siempre tenía tan buenas y cariñosas palabras, pero con qué ganas te ves para hablar de jazz cuando acaba de morir una de las instituciones periodísticas del país en la materia. Lo que debes hacer, es hablar de esa institución transgresora y reconocer todo lo que hizo por la cultura del jazz en nuestro país.
“Yo sé que tengo público que va desde el adolescente tierno, el típico chaval que te escribe una carta y te dice:
–Estoy estudiando trompeta en el conservatorio, tengo catorce años y me encantó el programa que usted hizo (porque te llaman de usted) sobre Dizzy Gillespie, ¿dónde puedo encontrar sus discos?
Y luego, el aficionado de toda la vida, amigos ya jubilados que te dicen:
–Me viene bien tu programa ese A Todo Jazz porque te escucho mientras estoy haciendo la comida.”
El momento más duro para muchos va a ser cuando a eso de las 14:00 del sábado o el domingo no podamos silbar ‘Milestones’ con la luz de la nevera iluminándonos mientras sacamos una cerveza, un piscolabis y los ingredientes de la comida. Nosotros perdemos mucho más que entretenimiento. Perdemos conocimiento, cultura, compañía, y un ingrediente que hasta entonces creíamos imprescindible en nuestra cocina, pero los que más pierden cuando se va alguien como Cifu y con él su labor, son los adolescentes que escuchan la radio, tocan una trompeta, e impactados por ese salvaje y sincopado sonido preguntan por la carrera de Dizzy Gillespie. Ellos, y aquellos más jóvenes que, sin conocimientos de música, escuchan la historia del jazz y sus detalles a través de la radio y nos dicen mientras picamos la cebolla –¡Quiero tocar un instrumento!
Él, permitiéndome un trato tan cercano como el que acostumbraba, nació en Paris en 1941, donde el jazz –te cae de una forma medianamente lógica cuando eres crío… En Francia la radio es que es otra historia, aquí seguimos con cuarenta años de retraso para muchísimas cosas, y esa es una» [este y otros extractos pertenecen a la entrevista que le hicieron en El Club del Jazz en 2001]. Con la radio francesa se enamoró del jazz y allí empezó a soñar con ser batería, -en el colegio cuando entrabas, veías a los chavales de 17 o de 18 años, ¡a los mayores! Y tenían un grupo de dixieland con el cual daban los bailes de fin de curso e invitaban a las chicas del liceo… Claro, te aficionas al jazz quieras o no.
Sus padres eran españoles y estaban exiliados en Francia, pero decidieron volver a España años después de que acabara la Guerra Civil. Su carrera profesional en nuestro país empezó en la industria discográfica, haciendo labores en sellos como Hispavox o Fonomusic. Por sus anécdotas radiofónicas sabemos que dentro del negocio se pudo encargar de cuestiones relacionadas con la selección de catálogo y redacción de liner notes, pero también compatibilizaba estas funciones con charlas y conferencias en centros educativos de distinta índole, y escribiendo para la revista Aria Jazz editada por el Whisky Jazz Club de Marqués de Villamagna. No obstante, él siempre aseguró que lo suyo no era escribir, y a pesar de que muchos le insistieron para que publicara alguna obra escrita relacionada con el jazz, siempre se opuso. Lo más parecido que hizo fue la redacción de “La Guía Profesional del Jazz En España” por encargo de la Sociedad de Autores en 1994. Puede que nunca volviera a escribir tras Aria porque, como solía decir cuando describía algunas intervenciones concretas de los numerosos músicos sobre los que nos ha ilustrado, –hace cosas que no están escritas en los libros.
“Antes que nada, soy un hombre de radio”
JAZZ PORQUE SÍ
El martes pasado, tras todo un día de lágrimas, sonrisas dolidas y nostálgicas, y tributos en programas de Radio Clásica y Radio3, llegaba la medianoche con las dos manecillas de referencia del reloj esperando nerviosas a que el segundero pasara por encima de ellas y las arrastrara hasta un nuevo día. Nuestras noches de los martes eran de Cifu, y allí esperábamos sin saber bien si iba a haber programa o no, cuando un corto y familiar redoble de Billy Higgins cruzó la frecuencia modulada del país hasta estremecernos a todos. Íbamos a tener una última charla sobre jazz; un último saludo del técnico subiendo el volumen de ‘Boy, What A Night’ de Lee Morgan tras la presentación de rigor; una última colección de anécdotas y referencias; un último beso, seguido de un último abrazo, una última carantoña y un último achuchón. Hasta para morirse tenía clase.
En 1971 Cifu comienza el programa radiofónico Jazz Porque Sí junto a Paco Montes en Radio Popular FM, compartiendo programación y jornadas de grabación junto a algunos de sus últimos compañeros en Radio3 como Julio Ruiz (Disco Grande) o Juan De Pablos (Flor de Pasión). Con el programa viajó por Radio España (1974-1982), Antena 3 en Radio (1982-1987), y Cadena 100, hasta que en 1998 aterrizó en Radio Clásica para quedarse. Digo quedarse, porque gracias a la gran labor de RNE con su plataforma de podcasts, hay 839 programas que podremos repasar eternamente y cuando queramos, como hacían –aquellos que prefiráis escucharlo a horas menos intempestivas, ventajas de la tecnología moderna. Lástima que internet no llegara antes para disponer de los más de 30 años anteriores de emisión.
El programa tenía un enfoque monográfico en el que Cifu, en sus inicios también junto a Paco Montes, iba repasando la trayectoria de artistas claves de la historia del jazz. Algunos monográficos estaban dedicados al jazz clásico (el desarrollado a partir de los años ’20) con artistas como Duke Ellington, Louis Armstrong, Django Reinhardt o Billie Holliday, y otros, estaban dedicados a las figuras del jazz moderno (con la explosión del bebop en los años ’40) como Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Thelonious Monk o John Coltrane. En algunos casos el repaso a sus carreras era realmente meticuloso. Como buen coleccionista y digger que era recorría la carrera de estos artistas año a año, sello a sello, disco a disco, grabación por grabación… Daba igual que fueran grabaciones en estudio o en directo, oficiales o piratas, con un ingeniero de grabación o grabadas por una radio, en versión original o española del vinilo, o en reedición en CD remasterizada con alternate takes. De Blue Note a Columbia, de Rudy Van Helder a la Voice of America… Estudio a estudio, club a club, festival a festival, teatro a teatro, país a país, ciudad a ciudad. De Newport al Carnegie Hall, de Estados Unidos a Francia, de Chicago a Viena.
A pesar de lo primitivo e impulsivo de su sentimiento, el jazz tiene una serie de elementos tan complejos en lo musical y tan vinculados en lo humano que deben ser contados al detalle. Intérprete a intérprete, compositor a compositor, standard a standard, solo a solo, e instrumento a instrumento, Cifu desgranaba el jazz para que pudiéramos comprenderlo y enamorarnos de él. Es importante saber que, antes de ser el mito que es, Coltrane era un sideman que se ganaba las habichuelas tocando en las sesiones que le mandaba Prestige, y es importante escuchar esos discos porque así entiendes dos cosas: cómo se estructuraba el negocio del jazz en aquella época, y porque Coltrane tenía ese talento que hace que los sellos no duden en darte referencias como líder, y que un genio y visionario como Miles Davis se fije en ti para tocar en su formación. Mediante preludios extensos, Cifu explicaba aquello que ibas a escuchar, y lo repasaba una vez escuchado.
“Tú lo que no vas a hacer es estar delante del micro, haber dado los discos al técnico, decir vamos a escuchar Night In Tunisia de Dizzy Gillespie y que suene. Porque claro, el chaval de 14 años te dice:
–Pero oye y Gillespie quién es, y qué es eso de Night In Tunisia…
Pues mira, es un tema afrocubano que escribió él allá por el ’42, y Gillespie es el padre del jazz moderno junto con Charlie Parker, y es uno de los tíos que revolucionó por completo el arte de la trompeta… Que son cuatro cosas, pero hay que decirlas. Si no, te transformas en un disc-jockey y para eso vete a Los 40 Principales”.
Por suerte o desgracia, no tengo la edad para haber disfrutado de los inicios de Jazz Porque Sí y saber si fue antes el fondo o la forma, o si fueron uno mismo desde el inicio, pero escuchándolo lo imagino exactamente igual explicándoselo a la España de mediados de los ‘70. Imagino a Cifu hablándole a una España, que sí ya lo es ahora, entonces era profundamente más desconocedora y, por reflejo castizo, hostil hacia todo producto de la cultura afroamericana. Y digo producto porque por aquel entonces el jazz ya era industria cultural en Estados Unidos, y en menor medida en otros países europeos. No era una cosa de negritos. Para que la sociedad española comprendiera el jazz y todo su entramado, seguro que se lo contaba como nos lo contaba ahora: desde la cercanía y humildad de quién está con un amigo contemplando algo inmenso, y trataran de conocerlo con el mayor detalle y paciencia posible, porque así es cómo más lo vas a respetar y comprender. Desde lo básico como la información referente a los protagonistas, a lo complicado como los tiempos, cambios de modos en las escalas, o técnicas para tocar el saxofón. Cifu locutaba para el inexperto y para el profundo conocedor del jazz que, en el pasado por casualidad, y ahora de forma más frecuente, estuviera escuchándolo. Del niño potencialmente músico al adulto músico frustrado pero cocinillas.
JAZZ ENTRE AMIGOS
De alguna forma, puede que por aquello de mostrarse modernos en La Transición, o simplemente porque en aquel momento alguien con criterio y buen gusto trabajaba en Televisión Española, en 1984 Cifu empieza a presentar un espacio en La2 dedicado al jazz –sí, también para ti que te gusta el jazz- dirigido por Javier Díez Moro.
Durante siete años, y siguiendo un poco la línea de su programa de radio, un bienvestido, elegante y moderno Cifu te introducía en su club a altas horas de la madrugada. Tras una cabecera en la que referencias jazzísticas escritas en neones se fundían en la oscuridad, entrabas a un club repleto de figurantes con un ambiente relajado y una nube de tabaco negro reflejo de aquella España más moderna y progre en la que se fumaba hasta en la consulta del médico. Desde ese club siguió charlando con aquella España que gracias a él sabía un poco más de jazz, pero que todavía tenía mucho que descubrir y que ahora tenía la posibilidad de hacerlo como nunca antes lo había hecho: visualmente. Para ello, se acompañaba de fragmentos subtitulados de documentales; de los famosos cortos cinematográficos que se emitían en Estados Unidos como Black And Tan de Duke Ellington; de partes de entrevistas y conciertos; y de actuaciones en directo en el plató, casi siempre de músicos españoles o latinos. La España que años antes imaginaba a esos artistas a través de la voz de Cifu, pudo ver por fin como sonreían Duke Ellington y Louis Armstrong y como se movían los dedos de Thelonious Monk. Chick Corea, o Tete Montoliou.
De la noche a la mañana, en 1991, cortaron el programa sin dar demasiadas explicaciones cuando era lo suficientemente popular como para que Martes y 13 te dedicaran un sketch. Actualmente podemos disfrutar de algunos programas en Youtube y en RTVE tras la campaña de digitalización de hace unos años.
A TODO JAZZ
Con Jazz Entre Amigos enterrado, y tras llevar unos años emitiéndose Jazz Porque Sí en RNE, a Cifu se le abre la posibilidad de iniciar un nuevo programa en Radio3 al que tituló A Todo Jazz. Me gusta pensar que lo llamó así porque tras enfocar durante casi treinta años años Jazz Porque Sí en biografías de artistas que principalmente empezaron su carrera entre los años ’20 y ’40, no le iba a dar tiempo a contar todo lo que era necesario conocer sobre el jazz para comprender mejor su trascendencia más allá de las barreras geográficas y temporales. En este caso sus programas se centraban en discos o actuaciones concretas más modernas, técnicos de grabación, sellos discográficos, festivales, formaciones fijas o puntuales, solistas menos conocidos, o incluso artistas del nuevo milenio. En algunos de sus últimos programas solía poner bastantes formaciones con Karriem Riggins a la batería, y yo pensaba ¿Sabrá Cifu que este tío también produce con MPC’s? ¿Sabrá Cifu lo que es un MPC?.
Dentro de ese concepto de cosas que nos quedarán por contar, y debido a sus largas (que no pesadas) intervenciones y a los románticos límites de extensión que impone el riguroso directo de la radio, había canciones que se veía obligado a cortar a la mitad o a dejar fuera de programa. Él las guardaba en un lugar imaginario al que llamaba el tintero, y cuando éste estaba repleto de tinta dedicaba varios programas a escuchar todos esos temas, por supuesto, con su correspondiente explicación. Aunque entre los últimos programas de A Todo Jazz hay cuatro ediciones dedicadas al tintero, en el último programa dijo que todavía quedaba media hora por escuchar, y eso sin contar con ‘Repetition’ de Charles Tolliver interpretada en el Festival de Loosdrecht (Holanda) de 1972, que fue la última canción que añadió. De A Todo Jazz tenemos 645 podcasts, siendo los dos últimos las grabaciones que tenía programadas para este pasado fin de semana y que se emitieron póstumamente. Cifu no podía irse sin acompañarnos en una última comida.
Hay quién mide la relevancia de un profesional según el número y nombre de los premios que recibió en vida. Cifu ha sido conmemorado, entre otros, por la Sala Bogui Jazz, el Festival de Jazz de San Sebastián, la Associació de Músics de Jazz i Música Moderna, El Club de Música y Jazz de San Juan Evangelista, ha recibido un Premio Ondas en 2010 y la Medalla de Oro en Bellas Artes en 2014, uno de los premios más importantes para la cultura a nivel nacional. Esos premios son el fruto institucional de una vida dedicada a la introducción del jazz en un país que siempre ha marginado el estilo (y que lo sigue haciendo) pero según palabras del propio Cifu –estos premios los recibo realmente como si fueran de toda la familia del jazz, de todas aquellas personas que trabajamos y amamos esta música.
Detrás de los premios hay acciones, y efectos. Algunos personajes nunca realizaron acciones ni provocaron efectos que les hicieran merecedores de determinados premios, pero en el caso de Cifu, éstas trascienden en lo social calando en la cultura, y por lo tanto en la vida social de un país. Sin su trabajo, y sin el reflejo que tuvo en otros a los que sirvió de ejemplo, puede que algunas de esas instituciones jazzísticas que le condecoraron no existieran o que hubieran surgido más tarde, y seguramente muchas instituciones gubernamentales no hubieran fijado nunca su atención en el jazz.
Su activismo se traduce en esos críos que gracias a él han soñado con tocar un instrumento, y en los que lo han conseguido y han tenido pequeños espacios locales y nacionales en los que interpretar su música, algunos de ellos llegando a traspasar las fronteras del país. Se ve en escuelas de música y conservatorios que han intercalado la educación clásica con una alternativa, rompiendo la todavía conservadora y casposa perspectiva de la enseñanza española y consiguiendo que a través de la música la cultura afroamericana tenga su reconocimiento en otros niveles.
Su oficio y profesionalidad han marcado una forma de hacer radio que no se atrapa en la repetición y fugacidad de la fórmula, y que desgrana el momento para entender cuáles son los detalles que hicieron que esa toma o esa actuación fueran únicas y trascendentales. Esa es la forma de hacer que la gente comprenda un arte y de que pueda amarlo tanto como tú, y un claro ejemplo de cómo, aunque no sea un camino fácil, el amor tiene más poder que el odio, la aversión y la ignorancia. En la entrevista que he citado concedida a El Club de Jazz, a Cifu le preguntaban si después de tantos años el jazz en España tenía que seguir siendo porque sí. Él contestaba: -desgraciadamente tiene que seguir siendo porque sí, entre otras cosas porque han pasado 30 años y la verdad es que he visto cambiar muchas cosas pero no todas las que yo quería ver cambiar.
Los que nos quedamos con tu legado tenemos el deber de seguir mojando la pluma en el tintero, de seguir luchando por la difusión de la cultura, y de conseguir cambiar tantas cosas como las que tu cambiaste, sin rendirnos a pesar de que veamos que algunas nunca cambian.
Hasta siempre amigo.