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Ha vuelto el gangsta rap

Q

SchoolBoy Q – Oxymoron

2014 – TDE / Interscope

Celebremos la vuelta del gangsta rap, porque nunca se había ido.

Ha vuelto el gangsta. El que no tenía miedo en afirmar que lloraba abrazado a su hija, compartiendo el dolor de su amigo, que era el suyo propio. Eso será Blessed. Esa contradicción, que en su anterior álbum era evidente ya desde el título, es igual de obtusa en “Oxymoron” (TDE, 2014), pero está camuflada.

Es por eso que aparece su hija en la portada de la edición estándar. Y es por eso que aparece el propio Quincey Matthew Hanley, es decir, SchoolBoy Q, en la de la edición deluxe. Todo “Oxymoron” salta alrededor de la hoguera de la integridad. Cojo carrerilla y me quemo para purificarme. El propio Q lo explicó, que todo se trata en hacer cosas malas para proveer de una buena vida a su hija.

Jamás esperaría que un niño se comportase como un adulto si lo llevo a una tienda de caramelos. Por eso tampoco debemos esperar que SchoolBoy Q abra su disco debut bajo el paraguas de una multinacional con una oda a la sobriedad. No es Kendrick y va a quedar muy claro en los próximos 70 minutos.

Podríamos esperar a SchoolBoy Q entrando en ese despacho con discos de oro y platino en las paredes con bucket hat y su impertérrita aura pero sonriendo. Con alguna sustancia ilegal en los bolsillos. Lo que no entraba en los planes es que fuese su hija la que nos advirtiese con un sonoro “(…) fuck rap (…)”. Estábamos advertidos de que nos las veíamos con un Gangsta. Pero no con un gangsta por partida triple.

Porque si los singles de este “Oxymoron” nos dieron la impresión equivocada, la apertura del álbum nos deja las cosas claras. Barra tras barra, metáfora tras metáfora, nos encontramos con un Q desatado, en estado puro. El mismo que convierte onomatopeyas en la transcripción sonora de un asesinato. El último eslabón de una cadena que ha tratado de traducir en música la vida en un barrio cualquiera de una ciudad como Los Angeles.

El primero en sumarse a esta oda a la vida criminal es Jay Rock. Por dios, ¿cuándo se ganará el estatus que por sus habilidades merece? Ni él, ni ninguno de sus trabajos, tiene el mismo carisma que sus compañeros en TDE, vale, pero al final del día, esto se trata de rapear. Y es innegable que lo hace bien.

Aunque la intención de SchoolBoy Q es en todo momento de mantenerlo clásico en cuanto al contenido, no será así en lo relativo al continente. Desde momentos naif y que en nada le hacen justicia al producto final, como Collard Greens, hasta un cierto toque trap en temas como What they want (se nota la influencia de MiKe Will Made iT y 2 Chainz), o el discotequeable Hell of a night, posiblemente uno de los cortes con más fuerza.

La dualidad contradictoria de SchoolBoy Q cobra toda la fuerza en el corte cenital. Prescription-Oxymoron utiliza un recurso violado hasta el límite como es el de abordar una canción desde dos ópticas distintas –tanto a nivel musical como de mensaje- y lo utiliza para plasmar lo obvio. A modo de espejo, nos demuestra sus dos caras: la del consumidor de drogas que es incapaz de levantarse de un coma, para pasar a la del vendedor de drogas. Esos dos hemisferios es Q.

Uno de los mayores aciertos de Oxymoron es que es un disco tremendamente clásico en unos días en los que se lleva es lo moderno. En que no canta a las mujeres y el dinero y la riqueza por la riqueza. Sí, aparecen entre líneas, pero como una consecuencia más de un estilo de vida cuya militancia se escribe con sangre en el momento de nacer. Y todo ello sin hacer un producto aburrido o vetusto.

En ese sentido tiene mucho que ver las firmas que coronan las producciones y algunas de las colaboraciones. Y es que aquí también encontramos una buena dosis de contradicciones. Si esperábamos a A$AP Rocky, a Mac Miller, a AB-Soul, a Vince Staples o a Isaiah Rashad, esperábamos mal. Por el contrario, nos topamos con nombres como Tyler the Creator, BJ The Chicago Kid o el ya mencionado 2 Chainz. Para luego ver, de repente, a Raekwon o SZA. Sin duda, la mayor representación de que esta es su obra más personal, y va a hacer con ella lo que quiera.

 ¿Mejor o peor que “Good kid m.A.A.d. city?”?. Cuando es el propio autor el que afirma que ante la salida de este disco tuvo que ponerse al lio para hacer uno mejor, es inevitable compararlo. Y las comparaciones son odiosas, pero las diferencias obvias. Kendrick Lamar es ese niño repeinado que le encanta a tu madre. SchoolBoy Q es un maldito desastre, pero la vida a su lado es mucho más divertida. ¿A quién le importa si a tu madre no le gustan tus amigos?

Oxymoron es muy auténtico y como tal no intenta ocultar sus defectos. Y es que la personalidad de Q se nota por momentos: es un disco hecho a golpes de pecho, por impulsos, incluso por retales. SchoolBoy Q no es la clase de persona que se sienta y exclama “voy a hacer un disco que cambie la vida de la gente”. Es más bien el tipo de persona que graba un disco que refleja la vida de alguna gente. En concreto, de una. De él mismo. O más bien, es la clase de persona que no busca objetivo alguno al sacar un disco, sólo hacerlo. Eso es «Oxymoron».

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