Nuestro culo volvía a la misma plaza en la que quemó calorías la noche anterior, y aunque no sonaba música, hizo un par de movimientos como si recordara la noche anterior. No sonaba música, pero sí lo hacían voces, ya que por la tarde había programada una charla con Swamp Dogg en un pequeño escenario que había entre la barra y los puestos de tickets. Lástima que llegáramos cuando el artista contestaba la última pregunta y los presentadores hacían una despedida. Las sillas que formaban la escena de la entrevista fueron retiradas, y el escenario volvió a quedar como zona de trabajo del dj, que hoy sería Kike WatchOut, miembro del grupo madrileño de mismo nombre que el apellido de su alias.
Fotografías por P.delaVega.
DÍA 2
· The Allnighters
El grupo vasco dio el toque rythm & blues al festival. Mucha energía para comenzar la tarde de sábado, con un buen trabajo de comunicación con el público entre y durante las canciones. Rápido pusieron a bailar a padres, proyectos de, y niños, mientras llegaban camisetas y ojos rojiblancos que querían seguir celebrando el título de liga conseguido hacía unas horas por el Atlético de Madrid.
El cantante Igu García sacó la armónica y acabó por animar a los pocos que todavía no habían captado la energía de The Allnighters, y después tributaron a My Little Walter, versionando su conocido Up the Line. El grupo hacía que los instrumentos se comunicaran, con diálogos entre el organista Iñigo Ortiz y el guitarrista Ernesto García, que se apoyaban sobre una muy buena sección rítmica cargada de groove formada por Danilo Foronda (bajo) y Zigor Akixo (batería). Entre canción y canción el cantante hacía especial hincapié en que cuando se ocultara el sol llegaría el demonio, y tras tocar algunos temas nuevos cayó la noche y con ella llego el único tema que un servidor conocía suyo hasta la fecha, el Midnight Boogie. Una pieza con la que el grupo vitoriano se acabó de ganar por completo al público, y en la que reivindicaron la importancia del volumen para crear sensaciones en el público. La banda comenzó a silenciarse hasta mantener un volumen muy bajo mientras Igu se agachaba tocando la armónica, y finalmente todos estallaron consiguiendo que el público se entregara por completo.
· Aurora & The Betrayers
Los Betrayers hicieron aparición en el escenario y se presentaron con un corte instrumental (voces coristas incluídas), hasta que Aurora García y su arrolladora voz hicieron aparición por el escenario. Anteriormente sólo había visto a esta formación en su primer concierto en la sala Shoko hacía unos meses, y la verdad que fue más una jam que un concierto y sólo tuvieron oportunidad de tocar tres o cuatro cortes. Tenía bastante curiosidad por ver el show del grupo, y no me sorprendió que en directo sonaran más potentes que lo aparentemente demostraban en el disco. La banda estaba repleta de energía y potencia, y tanto ellos como Aurora mantuvieron al público bailando toda la noche.
Sonaron cortes como el que da título al disco, Shadows Go Away, Ain’t Got No Feelings, o If You Could Be Me, y quizá lo único que un servidor pudo echar más en falta fueron solos, aunque bastó que aquella idea empezara a pasearse por mi cabeza para que los músicos la silenciaran. En concreto, el (gran) teclista Julián Maeso y el saxofonista Martín García, que según recuerdo fueron los que tuvieron más espacio para lucirse.
Uno de los momentos fue cuando invitaron al guitarrista de Swamp Dogg (no pude anotar el nombre y no encuentro referencias) a participar en un par de temas. Aquello sería la antesala de lo que escucharíamos un rato después. Habíamos escuchado mestizaje, jazz latino, boogaloo, soul, esa misma tarde rythm & blues con The Allnighters, pero dicho guitarrista trajo el blues guitarrero. Ese blues que toca un tímido acompañamiento, que sabe guardar silencio cuando el resto de instrumentos hablan, y que retoma la palabra en el momento exacto para, con cuatro o cinto notas, tocarte el alma. Ese blues que no tiene que ver con el virtuosismo, sino con la comunicación.
· Swamp Dogg & Vera Lee
Antes que Swamp Dogg, haría aparición por el escenario su madre, y según el artista una de sus referencias musicales clave, Vera Lee. El rato que estuvo en el escenario fue suficiente para recordar que el estilo es algo imprescindible en la música negra. Tuvo tiempo de repasar del blues al swing, de sentarse al piano, y de enamorarnos a todos con una transición en la que los instrumentos se silenciaron para dejar sólo su voz volando entre los recovecos del Matadero. Ella y el guitarrista se pusieron a dialogar musicalmente, con Vera respondiendo a las preguntas que lanzaba la guitarra, y viceversa. Antes de irse, tocó un último tema que sirvió como perfecta transición entre su música y la de su hijo.
Swamp Dogg salió al escenario vestido prácticamente de blanco mientras caminaba despacio, sin premura. Como si no le esperaran. A pesar de la noche portaba una gorra, a la que acompañaban una sudadera de chándal sobre una camiseta sencilla, unos pantalones de vestir color crema, y unos zapatos blancos muy relucientes. Su vestimenta me pareció extremadamente simbólica. Como dice el refrán, un hombre se viste por los pies, y Swamp calzaba unos zapatos blancos relucientes, pero su ropa se iba haciendo humilde a medida que se acercaba la cabeza. La elegancia de los zapatos y el pantalón (aquello que te pone en contacto con el mundo) contrastaba con la chaqueta del chándal y la gorra (elementos más cercanos al cerebro, al ser). Era como si Swamp interpretara el refrán a su manera.
Se presentó: «ladies & gentlemans, I’m Swamp Dogg», con cierto tono de “no es para tanto, ¿verdad?. Su voz sonaba áspera y cascada, pero pronto comprobaríamos que cuando canta, le saca muchísimo brillo. El concierto en general mantuvo una línea bastante smooth, con repaso a algunas canciones clásicas como Synthetic World, y con cambio de gafas cuando tocaba el piano y cuando cantaba. La sección de metales aparecía o desaparecía del escenario según exigencias del guion, aunque sólo fuera uno de sus elementos el que no apareciese en esa canción. Como si quisiera que la transparencia con el público fuera la máxima posible.
Sin duda, el momento cumbre del concierto (y el corte más largo) fue la interpretación de Got To Get A Message to You. Al interpretar esta canción, bajó al público y estuvo paseando entre ellos estrechando la mano con todo aquel que se encontraba. Desde los más pegados al escenario, hasta los niños que desinteresados de la música jugaban alejados de él. Mientras, no paraba de cantar. Cuando digo que fue el corte más largo, me refiero a que mínimo fueron 15 minutos andando entre el público, como si no quisiera ningunear a nadie, mientras que la banda hacía pequeñas modificaciones a las estrofas desde el escenario.
El final fue un spokenword, en el que tuvo palabras de reconocimiento para Sharon Jones o Ann Peebles, y que cerró con un emotivo “Let we be, because it’s we are” que el público entendió a la perfección y al que respondió con un emotivo aplauso. Todos, salvo el energúmeno que estaba a mi lado y gritaba continuamente –¡que empiece la música ya coño!. Este se había perdido algún capítulo de la música negra.
· Eli Paperboy Reed
Al igual que ya sucedió anteriormente en el festival, primero se presentó la banda, y después hizo aparición Eli Paperboy Reed. Pronto comprobaríamos el aparente contraste entre el planteamiento tan natural de Swamp Dogg, y lo showman que es Eli Paperboy Reed. Evidentemente, sin que una cosa desmerezca la otra, o sin que deba significar que sean conceptos antagónicos. Eli cogía el micrófono, lo volcaba, lo giraba, bailaba con él, lo lanzaba y cogía… y su presencia en el escenario parecía más salvaje que lo que aparentemente se podría deducir escuchando su música de estudio. Mientras, la banda se paseaba por la extensa paleta de estilos e influencias de la música negra, ya fuera en cortes distintos, en medleys, o en arreglos puntuales, y hacían vibrar al público con cortes como Explosion o Help Me.
La conexión con el público, más allá de lo musical, fue completa: les ponía a cantar, a dar palmas para acompañar un solo de batería, e incluso, les silenciaba. Pidió silencio al público, demostrando saber mucho de montar un show, pero muy poco sobre españoles ebrios. Cientos (quizá miles) de españoles, ebrios, en un concierto al aire libre, ¿guardando silencio? Pues sí, consiguió silenciarles. ¿Cómo? Empezando a cantar alejado del micrófono, forzando el silencio. El público se calló, y la luz voz natural de el Paperboy golpeaba con amor en los oídos del público. Acabando al estrofa se fue acercando progresivamente al micrófono, lo que fue interpretado por la banda como un –adelante-, y la música de Paperboy y su banda se fundieron con los bitores del público.
Algo después saldría Swamp Dogg al escenario, e hicieron un dueto. Ambos cantaban melodías que se preguntaban y respondían, para posteriormente (una vez que Swamp abandonó el escenario) hacer un juego similar con la banda, en el cual ésta repetía lo que cantaba Paperboy, y al revés. Después el cantante empezó a vibrar (literal) y a preguntar al público –Are you feeling?-, cada vez más alto y gritando más, para finalmente decir que lo que él estaba sintiendo era la energía de la música soul. Esa energía se moduló en una larga interpretación, que poco a poco se fue convirtiendo en jazz, para luego pasar a ser un free jazz en el que los elementos se relacionaban caóticamente, hasta que sólo quedaban el eco de la guitarra y el teclado apagándose paulatinamente mientras las luces perdían potencia.
Los padres bailando, y los niños jugando. La jóven fuerza de Mayka, y la experiencia de Martha Reeves. La pasión contemporánea de Vera Lee, y la pasión de radio de frecuencia modulada de Eli Paperboy, filtrada por el impacto visual de los shows televisivos. La Historia, con sus generaciones, sus matices, sus diferencias, y sus virtudes, entremezcladas, fusionadas, y convergiendo en un punto común: la música negra. Esa que tantas veces ha sido capaz de romper la línea temporal reinventándose de forma continua.
La atemporalidad, esa característica básica de cualquier manifetación cultural.