Viernes 28 de Marzo de 2014. La noche acogía la segunda actuación del maravilloso ciclo Round About Midnight que se está celebrando en Barcelona. La gente aún revoloteaba por los pisos y el interior del impresionante Teatre Coliseum cuando, por un lateral del escenario, aparecía la esbelta figura de Ayo acompañada únicamente de una guitarra acústica de la que volaban las primeras notas de I’m Walking y así llegó, segura de sus pasos, caminando lentamente hasta el micro. Enmudeció un teatro prácticamente lleno (tal y como se podía esperar mientras que al caminar por la Gran Vía de la Ciudad Condal y aproximarse al número 595 se podía ir divisando un tumulto de gente en la acera que ya no disponía de espacio dentro de la gran entrada del Coliseum). Enmudeció en cuanto la alemana nigeriano-rumana pisó el escenario y dejó fluir su preciosa voz. Una voz que no defrauda ni un ápice, una voz que si ya te había seducido en sus discos, en directo seguramente terminó de enamorarte, una voz siempre acompañada por la sonrisa que Joy (su nombre real) nos contagió a todos desde el primer segundo.
A su espalda, se proyectaba una ventana desde la que se veían las sombras de unos tímidos árboles. Mientras cantaba, la ventana de la pantalla iba abriendo sus cortinas convirtiéndose en un ventanal a la altura de la majestuosidad del Coliseum, dando luz a los músicos que componen la banda que acompaña a Ayo, quienes tras el solo de la elegante alemana, hicieron aparición en el segundo tema, Hullabaloo, hasta llenar el escenario con un contrabajo, un batería, un teclado y un guitarra que serían, a lo largo de la noche, tan protagonistas como la propia Ayo.
Igual de protagonistas que su sonrisa. Una sonrisa que iluminó su cara durante cada minuto y que te hacía, irremediablemente, empatizar con ella, sentirla cercana estuvieras en primera fila o en el segundo piso del teatro. Una sonrisa que irradiaba alegría, buen rollo y vitalidad incluso cuando cantaba temas de tono más tranquilo o triste pero, sobre todo, una sonrisa que demostraba cómo esta mujer disfruta de la música y el amor sincero que le profesa, algo que se pudo apreciar a través de las varias declaraciones que expresó durante su actuación: “La música nos hace sentirnos mejor, nos hace olvidar el dolor.” “Do you feel better?” preguntó dulcemente en distintas ocasiones.
Cuando uno se sienta a ver el concierto de la que quizás es, en la actualidad, una de las voces negras más representativas del panorama, comparada hasta la saciedad con diversas voces femeninas de gran talla (Norah Jones, Erykah Badu, Sade, Lauryn Hill…) puede creer que durante las casi ¿dos horas? (estaba tan embelesada que no miré el reloj) de actuación, el peso de la balanza iba a decantarse siempre sobre Ayo. Grave error. La afro-alemana, lejos de querer brillar como una diva que necesita el 100% de la atención de su público, integró en su espectáculo a su banda de una manera que, aparte de su impresionante y potente voz, nos hizo disfrutar de su música posiblemente infinitas veces más de lo que ya la podemos disfrutar escuchando sus discos. Y es que Ayo jugó todo el rato con sus músicos, haciendo que sus canciones en directo sonaran casi como versiones distintas de sus propios temas, alargando la mayoría de ellos por lo menos un par de minutos durante los que interactuaba tanto con la banda como con el público, haciéndolo de tal manera que si bien, un tema podía durar siete minutos, no se te hiciera largo ni te aburriera. A diferencia de lo que podría pasar si viéramos varios temas de tanta duración en el disco, en el Coliseum no había lugar para pensar en pasar de track, allí eras partícipe de una fiesta en la que la única pega que podía pasarte por la cabeza era que no podías levantarte de la butaca y arrancar a bailar con ella, sin embargo, hubo momentos en que todos nos dejamos llevar y lo hicimos.
Los músicos que acompañaban a Ayo, además de demostrar su calidad al mando del instrumento con el que habían salido a escena, se descubrieron polifacéticos durante todo el concierto. El contrabajo, igual hacía sonar sus cuerdas que se soltaba para dar palmas y animar al público al puro estilo de un regidor o cambiaba del contrabajo al bajo. El teclista lo mismo deslizaba sus dedos sobre las teclas de un piano que cogía aire y soplaba la trompeta, el batería hacía de corista en múltiples ocasiones y el guitarrista nos sorprendió cantando con Ayo uno de los temas de su último disco.
Lejos del típico momento en que el cantante para el concierto y suelta las palabras mágicas “¡y ‘x’ al saxo!”, mientras ‘x’ se marca un sólo de unos segundos, Ayo presentó a sus músicos en momentos distintos del concierto mientras cantaba algún tema acompañada sólo de uno de ellos, haciendo mucho más partícipes a todos y brindándonos momentos absolutamente geniales y divertidos.
Por ejemplo, versionó una vez más el And it’s supposed to be love versionado en su primer disco, acompañada en un principio del contrabajo al que más tarde se uniría una trompeta. También junto al batería nos deleitó con Life is Real. Éste además protagonizó otra de las versiones de la noche, con Ayo cantando I Wonder mientras jugaba de tú a tú con él en el estribillo (tema del talentoso Rodriguez, bastante en auge ahora gracias al documental “Searchin for the Sugar man” y del que se incluye la versión en su último disco.)
Ya que hablamos de versiones (suele incluir una o dos en sus trabajos), no podemos olvidar cuando Ayo paró y preguntó al público si les gustaba el sonido Motown, enumerando una serie de grupos archiconocidos para los amantes de la música negra (Marvin Gaye, The Supremes, Stevie Wonder, The Temptations…), a lo que la gente respondía entusiasmada con un sí. Entonces Ayo se dispuso a cantar una fantástica versión del I’ll be there de los Jackson 5.
Para mí, el momento cumbre de la noche fue cuando -más o menos a mitad de la noche- sonó Fallin, mi tema favorito de su último disco “Ticket to the World”. La iluminación (muy acertada durante toda la noche) tomó un tono más oscuro y el foco alumbró a una Ayo que interpretó su tema con un sentimiento y una calidez que hizo que mi piel se erizara, mientras los músicos la acompañaban más acertados (si es posible) que nunca. El público que había estado interactuando durante toda la noche, aplaudiendo, silbando, soltando algún “¡guapa!” y demás… se quedó totalmente en silencio disfrutando del momento, que se alargó cuando Ayo desapareció del escenario y cedió toda la atención a su banda, que estuvo tocando quizás unos tres o cuatro minutos más de forma apoteósica mientras todos los asistentes permanecíamos callados hasta que finalizaron y el teatro llegó a temblar del aplauso y el ruido que el público, totalmente entregado, les brindó.
Esa noche de viernes, Ayo vino a presentar Ticket To The World, por eso, aunque personalmente me hubiera encantado escuchar algunos temazos más de sus otros dos discos como How Many Times o Better Days -por decir un par- el repertorio se centró mayormente en su último disco: Teach Love, Who, Complain o Wouldn’t It Be Better (por nombrar algunas más de las ya citadas) no obstante, también hubo lugar para sus anteriores trabajos representados por temas como Slow, Slow o I’m not afraid.
Una vez Ayo abandonó el escenario, en la lista ya se echaba de menos el tema -posiblemente- más conocido de la artista, el que la catapultó a la fama: Down on my knees, pero como era de esperar, Ayo lo había dejado para los bises. Abrió su reaparición con él, haciendo que el público se revolucionara y ya nadie pudiera permanecer sentado en su butaca, en platea la gente rodeaba el borde del escenario, y en los pisos de arriba movían el cuerpo en las esquinas o se acercaban a la barandilla. Ayo bailaba haciendo volar su bonita falda con ese estampado que recordaba sus raíces africanas, lo había estado haciendo en distintos momentos de la noche. Por eso, hacía ya rato que se había deshecho de la cazadora con la que había empezado su inolvidable actuación.
Volvió a subir al escenario para demostrar que ella, como hemos dicho alguna vez ya en Crypta, es una gran fusión de estilos, que no sólo se atreve con el reggae, el soul, el folk o el afrobeat, sino que en este nuevo disco también se ha tirado a la piscina y ha integrado un par de temas en los que rapea. Así, nos preguntó si nos gustaban todos esos géneros haciendo hincapié en un “Do you like hip hop?” Entonces el batería empezó a hacer sonar la base acompañando a una Ayo Prez que pedía al público corear un Its bigger than hip hop tras el que se lanzó a rapear la letra del tema que da nombre al disco, Ticket to the World, aunque una vez más, nos ofreció una versión muy distinta a su original. No sería justo no apuntar que, si bien, le pone ganas, aquí pierde cualquier tipo de comparación con Lauryn Hill, en algunos momentos le faltó algo para terminarme de convencer en esta faceta de mc.
Terminado este Ticket to the World, Ayo ya se encontraba avivándonos: “Barcelona, tell me are you on fire? are you on fire?” cerrando su magnífica actuación con otro de los temas que debía caer sí o sí, el primer single del disco. En cuanto sonó la primera nota de piano, los focos se apagaron y en la pantalla un enorme fuego hacía arder el teatro encendiendo más aún a todo el público, que se volvió loco en cuanto Ayo acabó las primeras barras con su “But there’s no water-ter-ter!” En mi interior fantaseaba con la aparición inesperada de Youssoupha haciendo la versión que se incluye como último track del disco (quién sabe, podría dar la casualidad de que el mc francés estuviera por Barcelona o algo) pero no se obró el milagro. Mientras tanto, un par de chicas subieron a bailar con Ayo, ella se acercó y les rapeó cara a cara, esta vez -he de reconocer- con mucha más actitud que unos minutos antes. Seguridad tuvo que hacerlas bajar, a lo que ella respondió con un “Its allright, it’s allright” bajando a rapear y bailar entre el público, donde estuvo unos minutos. La gente ya bajaba del primer y segundo piso para poder estar lo más cerca de ella posible. Joy subió a terminar su parte y volvió a bajar saludando, dando la mano y besos a todo el mundo mientras los músicos coronaban una actuación mágica coreando la palabra que cerró la noche: ¡Fire!
Como último apunte, si estáis dudando si asistir a otro concierto del ciclo Round About Midnight, no os lo penséis más, pues el formato merece la pena, y la calidad-precio es totalmente indiscutible. La próxima cita es el 25 de Abril con Keziah Jones.