En España tenemos la mala costumbre de maltratar lo nuestro y restarle valor comparándolo con lo que se hace fuera, menos en la cocina, que todo lo de fuera es carne de rata o de perro. En el caso de la música negra nos falta tiempo para alabar ciegamente referencias foráneas y, ya no discriminar, si no marginar lo que se cuece de puertas para dentro. Gran error, Spain is ebony, too ebony, y lo es gracias al gran esfuerzo que realizan artistas, sellos/medios independientes, y por supuesto gracias al entramado de salas y clubs que les apoyan.
Ese trabajo de base está especialmente desarrollado en Madrid, dónde es raro un fin de semana sin algún evento relacionado con el soul, el funk, el boogaloo, o el afrobeat. No existen ya madrugadas sin groove en Madrid, y nuestras caderas lo agradecen. Uno de los ejemplos más representativos de ese espíritu son las jam sessions de la Sala BarCo que cada domingo abanderan Cosmosoul, y por dónde a menudo suelen pasar como invitados algunos músicos de otras formaciones del panorama nacional. Pero esta vez Cosmosoul querían quitarse el chándal de domingueo, ponerse el traje de gala, y darse un homenaje presentando nuevos temas y colaboraciones ante su público en una noche exclusiva, sin la familiaridad que dan los domingos de resaca. Para no haberse promocionado masivamente el ambiente en la puerta de la Sala Sol a las 22:00 de la noche era bastante movido. La gente apuraba sus últimas latas y demás productos de consumo responsable sabiendo que la hora se estaba echando encima, por lo que media hora después en la entrada de la Calle de los Jardines sólo quedaban dos puertas.
Sobre el escenario se veía casi la formación al completo: Abel Calzetta y Manuel Pablo Sanz trasteaban con sus cuerdas de guitarra y bajo respectivamente; Sergio Salvi revisaba conexiones y Akim Onasanya se sentaba en su taburete. Mientras los cuatro instrumentistas tocaban un opening, Maika Sitté y Aurora García (Freedonia) aparecían en el escenario para coger su posición como coristas, el público aplaudía y las primeras notas de So Special vuelan por la Sol mientras Alana Sinkey salía al escenario. Buena elección para abrir un concierto, resume a la perfección la fuerza y sensualidad del grupo. En este primer tramo del concierto sonaron otros cortes extraídos de “Sunrise” (2011, autoeditado) como É Voce o Nada de mal, que sirvieron para meter al público en la atmósfera que quería la banda. Uno de los momentos cumbre del concierto fue cuando interpretaron Living in the City, dedicándosela a todas las manifestaciones y movilizaciones que son noticia prácticamente cada semana en nuestro país, y que tal y cómo refleja el libreto del disco inspiraron este corte. “So many facts we just dont know yet, the government rules the truth, we have to make it throught the day”. El público coreó “si se puede” porque, si, amigos, esta es la música negra de un pueblo que lucha, no de chicas singulares y culos asegurados.
Creo recordar que gran parte de «Sunrise» se había puesto sobre la mesa cuando Alana salió del escenario y la banda nos deleitó con un corte instrumental. Clásico momento petición rápida de copa que la banda, especialmente Sergio Salvi, se encargó de interrumpir. Bueno, Salvi, y según creo recordar: un piano eléctrico, un controlador conectado a un portátil, un sintetizador enchufado a lo que me pareció un modulador (no soy experto en cacharreo), y una mesa para la salida. Su kit de trabajo, su Vitorinox particular. Tal y cómo reflejaban nuestros gestos, algunos espectadores despegamos, pegamos una colleja a Félix Baumgartner y nos quedamos flotando en reposo en el cosmos(oul). Si te gustan los cambios, los delays, y las reverberaciones expandidas hasta el infinito no deberías perderte un directo de esta banda. Desde aquí aprovecho para demandar un concierto de Salvi rodeado de cacharros como si de Rick Wakeman se tratase. Alana volvió a entrar con el vestido cambiado. Deslumbrante. Deslumbrando. La banda interpretó los cortes que faltaban del disco como M-U-S-I-C o Sunny Days, y digo interpretar porque al igual que en la primera parte del concierto no se limitaron a reproducir lo registrado en el disco. El directo de Cosmosoul divaga, te transporta, y es gracias a que no está sujeto a la dictadura de las partituras y de lo ensayado hasta ser mecanizado y perder el alma. A partir de aquí sonaron temas nuevos que no tengo el placer de conocer, y versiones que no tengo el placer de recordar (¿puede que una fuera de Jill Scott?) exceptuando la versión funkoreggae bailonga de Could you be Loved de Robert Nesta que, arriesgándome a la crítica de groupies de bandera, me gusta más que la original. Uno de los momentos que más esperaba de la noche fue la intervención de Frank T. Mi mente estuvo divagando toda la semana sobre cómo podría sonar, y la sorpresa fue grata para alguien cómo yo que está un tanto desencantado con sus últimas referencias. Frank T lanzó unas barras tributo a la lucha afroamericana, de dónde recuerdo algunas menciones de referencias cómo (no podían faltar) Martin Luther, Malcom X o Rosa Parks.
Al salir de la Sol gran parte de los comentarios describían la actuación de Alana y su capacidad para encandilar al público, y no sólo al masculino (mis amigas salieron enamoradas). Los comentarios eran merecidos, la presencia y energía de Alana sobre un escenario tienen un carácter especial y muy personal. Es su luz la que se transmite, no es una diva calcada de otra diva con una mano rápida de chapa y pintura. Alana tiene personalidad, y teniendo en cuenta que aún queda mucho camino por recorrer seguramente estemos viendo una pequeña parte de su potencial. No obstante, Alana no podría brillar de la misma forma sin el argentino Abel Calzetta paseándose por el mástil y pisando pedaleras; ni sin Manuel Pablo Sanz poniendo el groove; ni sin el instinto rítmico de Akin Onasanya (quién también tuvo su momento a la guitarra, creo que recordar que en Sunrise) rompiéndote los esquemas; y sin ánimo de sonar fanático, tampoco lo sería sin el napolitano Sergio Salvi y su manera de captar tu atención y tocar melodías que traspasan los puramente sensorial. Desde el respeto y aprecio de un servidor a la gran cantidad de buenas bandas que hay en España haciendo música negra, la proyección de Cosmosoul es difícil de estimar gracias a las limitaciones que ellos mismos se encargan de eliminar. Cómo último dato para quién toma como referencia las medallas de combate, que no es mi caso, este año fueron galardonados por el circuito de salas de conciertos de Madrid como Grupo Revelación y Mejor Grupo de Música Negra en los premios Guilles, lo cual no es moco de pavo con la gran cantidad de artistas que hay sudando ahora mismo en la capital. Vienen buenos años para la escena negra en España. Nos quedan, parafraseando al grupo protagonista de esta crónica, «muchos regalos para nuestras orejas».
Ni más ni menos, perfecta crónica con la correspondiente elegancia y talento que se pudo palpar aquella noche
I ♥ Alana jajaja (Dios! ¿por qué no me hiciste negra?)