Hace unos años, en su visita a Madrid para la feria ARCO, Barry McGee aka Twist, el respetado writer de San Francisco reconvertido en exitoso expositor en galerías de todo el mundo, comparaba nostálgico la escena madrileña con las coloridas calles de su ciudad natal en la década de los noventa. Madrid no ha perdido nunca el espíritu del graffiti. Tiene una potente escuela de treneros y writers de metro, actividad constante en las vallas de las carreteras y el bombing en la ciudad, lejos de decrecer, parece que va a más. Sumado a esto, quizá por los tiempos que corren, el hartazgo que vive la gente y la imperiosa necesidad de soltar a gritos lo que se lleva dentro, los muros de la capital están más vivos que nunca. Además del graffiti tradicional y las simples proclamas, nos encontramos propuestas de todo tipo: plantillas, pegatinas, pósters… También ahí, igual que el handstyle, un relleno, una altura o simplemente la constancia ponen a un escritor por delante de otro, en el juego del odiado y mal etiquetado street art –todos sabemos a lo que nos referimos–, la idea, su originalidad y el mensaje que hay detrás son clave. Uno de los muchos ejemplos que llama la atención es BelmezFace. ¿Qué hay detrás de ese nombre? Desde hace un tiempo podemos ver las inquietantes caras de Bélmez reproducirse en nuestras calles. Quedamos con los dos cerebros detrás del fenómeno para que nos lo expliquen. Pavi, un apasionado del boulder, y Hartosopash, dj y productor de Escandaloso Xpósito.
Lo primero que atrae tu mirada para quedarse luego en el inconsciente es el nombre que hace referencia a las caras de Bélmez, unas manchas que aparecieron en una casa de Bélmez de la Moraleda (Jaén) a principios de los setenta y que ya parecían olvidadas. “Bueno, básicamente lo de las caras de Bélmez es un ejemplo de algo que es una gilipollez absoluta, a lo que de repente dan bombo para que vayan turistas y el pueblo se haga famoso por unas caras cuando a lo mejor alguien ha echado algo o las ha pintado. Entonces el nombre es un poco como una metáfora de cómo funciona el mainstream, cómo una mierda enorme con los medios adecuados llega a cualquier sitio aunque sea una mierda y no tenga ningún sentido”,explica Pavi, de quien parte la idea original.Y qué tristemente cierto y actual es eso. “Empecé en el 2007. Hice plantillas, por hacerlas, por decir ‘voy a hacer las cosas en la calle’. Hice cuatro o cinco por Madrid. Se quedó ahí estancado. Siempre tuve la inquietud de hacer unas camisetas pero no tenía mucho dinero. Y al cabo de un año y medio un colega me dijo ‘oye, ¿has mirado lo que pone en google de The Belmez Face?’ Lo puse y aparecían fotos de arte urbano y tal. Entonces en ese momento tenía un currillo y dije ‘venga, pues voy a hacer unas camisetas’. Hice una tirada de cien y las empecé a vender en el mundo de la escalada porque me movía mucho, tenía colegas y a la gente le hacía gracia”. La otra parte del nombre juega con la conocida marca de ropa de montaña. “Luego cambiamos de The Belmez Face a BelmezFace y quitamos el logo de The North Face porque un colega en Cataluña que tiene muchos contactos con gente de marcas me dijo que el tío que lleva The North Face en España le había preguntado que si sabía quién coño eran ésos. Yo hice un viaje a Suiza y Austria con un colega que estaba patrocinado y es bastante mediático, hicimos un par de vídeos muy bien montados y aparecía el logo y eso se vio mucho. La movida es que si hubiera sido en el rollo urbano que se lleva más el cambiar cosas de marcas pues aunque aparezca mucho no te dicen nada pero un mundo tan pequeño como el de la escalada sí que acaba teniendo repercusión. Realmente el logo de The North Face siempre ha sido muy trillado, había unos colegas en Alcorcón que hacían camisetas de SouthSide con él, luego está también la gente de Madrid de ForTheFace. Siempre ha tenido tirón y luego el rollo de la marca es muy noventero”. Aclarada la anécdota, continúa hablando de los principios. “Hartosopash entró en el proyecto un poco antes de que cambiásemos el nombre de The Belmez Face a BelmezFace. Antes que a Harto le dije a un colega que era fotógrafo y escalaba conmigo que si se quería meter porque yo en ese momento no tenía ni puta idea de photoshop. Él me ayudó bastante, le metió un poco de juego al asunto, haciendo montaje de fotos, meter la foto de las caras en la roca… Luego después se lo dije a Harto con el que tenía también ideas guapas, era mi colega, también por tener a alguien que hiciese música, producciones para vídeos, darle más caminos a la movida”.
La irrupción en la escena graffiti de la etiqueta street art desde hace unos años, de igual manera que el concepto “novela gráfica” en el mundo del cómic, ha abierto el debate. ¿No es el cómic de por sí una novela gráfica? ¿No es redundante el término street art al hablar de graffiti? ¿No es el graffiti arte callejero? ¿Dónde está la frontera? ¿Qué es graffiti? ¿Y arte? El eterno debate en este uróboros. A pesar de que muchos writers consolidados hacen uso de ellas, para los más puristas las pegatinas y stencils jamás formarán parte del graffiti. Pavi se muestra cauto a la hora de catalogar lo que hace. “Bueno, lo de las plantillas y eso, evidentemente tiene que ver con el graffiti, pero el graffiti graffiti yo lo considero otro juego que es llegar a una pared y pintar pero sobre todo el rollo de a mano alzada. A mí me mola el graffiti, claro, y por eso lo respeto tanto y creo que para hacer cosas buenas hay que estar mucho tiempo. Al final lo veo como ‘hacer cosas en la calle’. Tengo básicamente respeto por cualquiera que disponga de un mínimo de tiempo como para hacer algo en la calle, que medianamente mole. Por lo cual sea graffiti o plantillas o pósters si haces algo que vas por la calle y te quedas, te echas unas risas pues ya merece la pena. Yo lo que hago en realidad es en mi casa currarme una plantilla. Sí, me puedo tirar doce horas currándome una plantilla pero lo hago en mi casa, no me la juego ni nada, y llego luego a un sitio y lo hago en un momento. Luego sobre todo en los últimos meses me dio mucha vida conocer al Fatuo Fantasma que me metió más en el rollo de lo de los pósters, hacerlos a gran tamaño…Otro con los que empecé fue Sabek. Aquí tengo que decir también que siempre me ha molado mucho el rollo que llevaba OBEY”. Tardaba en salir el nombre. Aunque hoy se le niegue el mérito en algunos círculos, Shepard Fairey es un referente en el graffiti y en particular para quienes sólo pegan pósters, de igual modo que Banksy lo es para quienes hacen stencil. El joven skater estadounidense supo en algún momento mantener el equilibrio entre la esencia del graffiti –que no es otra que difundir tu nombre en la calle– y una crítica a las mentiras sobre las que se sostiene el sistema capitalista. No hay duda de que el Gran Hermano es muy poderoso. Antes que combatir a tu enemigo, únete a él. Unas veces con más, otras con menos éxito, el sistema busca los elementos discordantes, los asimila, los desvirtúa y los entrega de vuelta con su código de barras, aparentemente iguales pero ya vacíos de contenido. Desde la kuffiya palestina hasta las camisetas de Sánchez-Gordillo, los ejemplos son incontables. De un manifiesto ingeniosamente crítico contra el corporativismo, OBEY pasó a convertir su marca en otro producto edulcorado más con un mensaje falsamente reivindicativo y social, para acabar haciendo el famoso póster de la campaña de Obama, aquella esperanza. Charlamos sobre esta paradoja en su caso también: “Hombre, sí ha habido siempre algo de ‘terrorismo corporativo’ en lo nuestro contra marcas asentadas, The North Face… Yo en ese momento lo tenía como algo más de coña porque es una marca tocha en el mundo de la escalada y de la montaña… Y, hombre, sí que hay una contradicción, estás criticando ese rollo y luego al final estás vendiendo camisetas. Cuando te pones a hacer cosas en la calle y ya estás vendiendo camisetas, y tienes como una especie de marca siempre piensas evidentemente ‘esto ayuda a vender camisetas’, cuando lo estoy preparando en mi casa pienso ‘esto ayuda’ pero en el momento en que estoy haciéndolo en la calle, estoy pintando eso y simplemente me mola. Hace un mes o así el Fatuo me dijo también: ‘hombre, al final lo de hacer camisetas…estás bombardeando tu movida con peña que lleva tus camisetas y se está viendo, eso para mí es la hostia, si lo consigues hacer, guay’. Entonces bueno, hay una parte de contradicción ahí, sí”. Hartosopash lo ve desde otro prisma: “Es una contradicción bestial. Pero le puedes dar la vuelta y pensar como que no haces propaganda con tus carteles para vender camisetas sino que vendes camisetas para hacer propaganda sobre los carteles que pones en la calle. Es una idea muy difusa porque estás vendiendo una marca y estás haciendo algo comercial pero tampoco estás haciendo nada malo por vender un objeto ¿no? Algo tienes que vender, nadie te va pagar por hacer graffiti”. Pavi concreta y lo trae de vuelta a su terreno: “Por mi parte hay bastante crítica a la manera en que se hacen las marcas de escalada donde siempre tiene que poner ‘climbing’ o ‘boulder’ sin ningún tipo de imaginación. En el mundo del skate de los ochenta, por ejemplo en Creature, tú no veías nada donde ponía skateboard, pero se ha acabado haciendo una marca de culto. Pues un poco ese rollo, sin tener un logo o algo que a primera vista te identifique, estar muy metido en ello”.
La omnipresente crisis mundial ha cambiado a la fuerza la mentalidad en muchos ámbitos. En el rap, no son pocos los que han olvidado el bling-bling y ahora puño en alto en lugar de alabar el dinero atacan al sistema que antes veneraban. Las paredes de las ciudades son testigos del cambio. Parece que hay un sensible aumento de la reivindicación en los muros y acciones callejeras. “Yo creo que el hecho de hacer graffiti, el hecho de hacer algo en la calle llamándolo ilegal, siempre ha sido reivindicativo. Cuando empezó el graffiti eran chavales que no tenían otra cosa que hacer en la puta vida, un poco como para reivindicar que estaban ahí. Si haces algo en la calle en vez de estar yendo a comprar a un centro comercial, digamos que algo hay ahí que dice ‘no quiero ser uno más’”, cuenta Pavi.
La conspiranoia, tan de moda en la actualidad, es un recurso con el que juega BelmezFace. Las caras de Bélmez son el fenómeno paranormal por antonomasia de la España profunda. Utilizan figuras como Nicola Tesla, el ingeniero promotor de la corriente alterna y centro de muchas leyendas, o Aleister Crowley aka The Great Beast, el mago, ocultista y chivo expiatorio de la Inglaterra victoriana que fascinó a Jimmy Page. “Sí, siempre son temas que me interesan, el rollo de los Illuminatis…Está muy de moda, tampoco tomárnoslo en serio pero es evidente que esas estéticas siempre molan. El triángulo, el ojo, jugar con lo del New World Order, siempre da cancha, aunque no te lo tomes muy en serio…Pero sí, sí que miramos, indagamos y siempre nos ha molado. Las cosas un poco oscuras que están detrás de lo que parece siempre me han molado. Lo de ‘Ocultos como Tesla’ viene de que en aquel momento quería usar la idea de estar ocultos, y estaba escuchando mucho a Erik Urano, cuando dice en UFO ‘me ocultan como a Tesla’, y de ahí salió. La primera vez que escuché hablar de Aleister Crowley fue a raíz de Led Zeppelin y siempre me pareció el típico intelectual en la zona oscura. Lo que nosotros intentamos hacer es cosas que a la primera quizá no lo pilles”, explica Pavi y Hartosopash resume la idea: “No tienes por qué usar un mensaje tan directo, tan comprensible a primera vista, también puedes intentar hacer pensar de otra forma”.
buena lectura
Da gusto leer artículos así.