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Name Droppin’ #2

¿Qué mirada puede ser la de Aphex Twin? ¿Tiene mirada la música electrónica experimental? La tiene, y no es agradable.

Aphex Twin puede ser con facilidad el compositor de música electrónica más importante de los últimos 20 años. Inclasificable y experimental (¿tal vez lo podamos encajar en la IDM?), el trabajo de Aphex Twin supone un avance y un reto para el oyente habitual de música electrónica. Desde sus comienzos con el acid trash y con aquel maravilloso «Selected Ambient Works 85-92» hasta sus últimas experimentaciones con sintetizadores y jeroglíficos matemáticos, Aphex Twin se ha convertido en la vanguardia de la música electrónica, defendiendo su posición y su labor transgesora (a lo Underground Resistance) como música representativa de la posmodernidad. Ha coqueteado con el mainstream, ha roto con Warp, ha creado su propio sello, sigue grabando en cintas magnéticas en el estudio, aparece y desaparece… en definitiva, Richard David James ha hecho y hace lo que le da gana, manteniéndose fiel a si mismo y a sus convicciones. Sin embargo, no hemos venido aquí a hablar de Aphex Twin, sino de su cara. Richard será un genio de la electrónica, pero feo/rarete/particular es un rato.

 

Aphex en directo

 

Aprovechando la ventaja de esta tesitura (o no), Aphex Twin decidió explotar su imagen a partir de mediados de los noventa para ilustrar portadas de discos («I Care Because You Do», «Richard D. James Album») y EP’s («Come to Daddy», «Windowlicker»…). A partir de esta idea, de la ilustración de sus propias creaciones con su cara en primer plano con miradas (seguramente retocadas) retadoras, maléficas y que parecen burlar al oyente, Aphex Twin decidió ampliar el concepto a través de la creación de videoclips. Y es aquí donde realmente funciona al 100%, como veremos más adelante. Para la realización de estos videoclips, Aphex decidió contar con un amigo suyo, Chris Cunningham. Reconocido director de videoclips (para el que suscribe, el mejor), con un universo particular y obsesionado con el cuerpo, Cunningham era, sin duda, la mejor elección para trasladar al formato audiovisual el agobio y la extrañeza de las composiciones musical de Aphex Twin.

¿Y porqué la mirada? ¿Qué tiene la mirada de Aphex? ¿Porqué niños?

Si, niños y mirada. Ambas referencias forman una sola. Cuando Erik habla de mirada de Aphex Twin a través de los niños se refiere, sin duda, a esto:

 

 

Atmósferas jungle y hardcore, viejitas asustadas, barrios grises y desolados ingleses, y sobre todo, niños. Niños con cara de adultos (la de Aphex) dispuestos a destrozarlo todo (antes de Gavras y su Stress) y a sembrar el terror allá por donde vayan. Uno de los grandes aciertos de Cunningham fue aprovechar la inquietud, la ansiedad que se produce en nuestro cerebro cuando vemos algo que no termina de encajar con nuestras concepciones, en este caso, cuerpos de niños con caras de adultos. Ese continuo malestar y el pensamiento de que algo no cuadra redunda en el acongojo del espectador, que no sabe si está ante un clip de terror ( referencias a Poltergeist mientras se repite «I want your soul, I will eat your soul» incluidas), de gamberreo puro y duro, de destrucción per se, de nacimiento de una bestia con referencias a apocalipsis bíblicos («Come to Daddy» como la vuelta al Padre, pero invertido) o de nada de lo anterior. Independientemente del significado (si es que lo hay), Come to Daddy supuso un hito en la creación de videoclips de música IDM (Cunningham ya había trabajado anteriormente con Autreche), convirtiendo al propio formato visual en apoyo y reafirmación de lo sonoro (¿existe mejor forma de expresar visualmente las atmósferas violentas de «Come To Daddy» que esta?) y no como mero acompañamiento y/o atrezzo de explosiones de color epilépticas como reflejo del éxtasis colectivo de la pista de baile.

La cosa no quedó ahí, y en 1999 ambos volvieron a unir sus fuerzas para «Windowlicker», una suerte de creación ambient pre-modas Chill Out rugosa y bailable. 10 minutos de extensión con mini-historia incluida para dar lugar a una de las mejores sátiras sobre el pimp game, la construcción ficticia del rapero pimp y el culto al cuerpo neumático de strip club de mala muerte. Los primeros tres minutos constituyen un sketch soberbio sobre los tópicos del playa que ni el mejor Chris Tucker pudiera haber firmando nunca. Tres minutos que sirven para situarnos antes del choque. Choque, que de nuevo, tiene como epicentro la cara de Aphex Twin. En esta ocasión, transmutado en un pimp blancata salido de Miami Vice cuyos gestos obscenos transformados en coreografías de baile (clara referencia a Gene Kelly y a los musicales de los 50) conquistan y embelesan a las hoes, descuidadas observadoras del baile de apareamiento, ignorando completamente el cambio que subyace y que en breve transmutará sus caras. Cuando este cambio ocurre, el humor o la sonrisa desaparece del espectador, convirtiéndose en una mueca de horror y disgusto que no cesará hasta el final del videoclip. El cuerpo femenino como sujeto erótico de contemplación pasivo es roto mediante la dualidad cara/cuerpo, entre lo que ves y lo que tu cerebro preconcibe (el cuerpo femenino despierta el deseo masculino, el cuerpo bello asociado a una cara bella, etc.). Estamos entonces, otra vez ante esa antagonía, ese punto intermedio entre el asco y el desconcierto, entre lo que tu cuerpo te dice, y lo que realmente es. En ese punto donde saltan las alarmas sensoriales ante algo desconcertante. Muy en la línea de la Teoría del Valle Inexplicable (o esos momentos inexplicables cuando contemplas un muñeco de cera bien hecho), tanto «Come to Daddy» como «Windowlicker» juegan todo el rato con esta confusión, sometiendo al espectador a un trastorno continuo que convierte su contemplación en una especie de lucha entre el placer, el asco y el rechazo. En definitiva, la sensación de que algo no está en su sitio, de que no pertenece.

 

 

En 2005 publicaron su última colaboración juntos. «Rubber Johnny». Rodada entre 2001 y 2004 «Rubber Johnny» parte de la idea de Cunningham de un ravero cambiando de forma mientras baila. La idea cambió bastante con los años y al final el resultado fue una pieza de terror corporal post-ravero al ritmo de afx237 v7. En «Rubber Johnny», la mirada de Aphex Twin se diluye por completo. Sin embargo, si que continua la aproximación al desconcierto, apuntada aquí mediante la figura deforme de un niño abandonado/encerrado en un sótano y el uso de la cámara de visión nocturna durante todo el metraje. Influencia casi segura en el Rec de Paco Plaza y Jaume Balagueró (el primer minuto es terror puro), «Rubber Johnny» es una excelente pieza experimental que vuelve a confirmar el feedback existente entre ambos artistas.

 

 

Por tanto, y para resumir, la «mirada de Aphex Twin» tiene unos significados muy evidentes: desconcierto, inquietud y rechazo; todos ellos asociados a la posmodernidad, o si no queremos ponernos intelectuales, a los tiempos que nos ha tocado vivir en los que siempre tenemos la sensación de que algo no encaja, de que existe algo subyacente que no podemos controlar y que nos agobia. En UFO Erik parece ponernos en la piel de un extraño en un lugar extraño, sea un extraterrestre, un desarraigado, o un alienado de este sistema. Un personaje de Aphex Twin. Un astronauta en territorio ajeno. Un observador (el Observer de Fringe o Los Eternos de «El Fin de la Eternidad») del entorno en que se mueve -y que parece habitar desde la distancia-. Por tanto, la «mirada de Aphex Twin» redunda en esta confirmación de la extrañeza, de la inquietud y el desasosiego de los habitantes las urbes modernas transmutados en extraterrestres, en extraños en su propio hogar. Ciencia ficción y cyberpunk, UFO.

 

«Yo que vagué por el espacio y hoy me encuentro en este barrio, atrapado en este cuerpo, ocultado y perseguido como un UFO»

 

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4 comentarios en «Name Droppin’ #2»

  1. Una sección necesaria de la que siempre se aprende. Un elemento tan común en las letras que escuchamos día a día y nunca había sido analizado de esta manera. Gran trabajo.

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